Una nueva era latinoamericana

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La izquierda latinoamericana se desvanece como producto del abuso de poder. Brasil, Argentina y Venezuela muestran la inviabilidad de un modelo de gobierno, tendiente a privilegiar las personalidades con carisma en vez de apostar por el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Si la izquierda quiere ser fuente de prosperidad en la región, los liderazgos habrán de transitar hacia el respeto al marco constitucional, así también como al ejercicio disciplinado de criterios más modernos de política pública.

En Brasil la era Lula parece llegar a su fin con el proceso de destitución a Dilma Rousseff. El jueves pasado el Senado concretó la separación temporal del cargo y, con la investigación iniciada, se anticipa casi imposible su reinstalación al frente del ejecutivo de esa nación. Es cierto que la degeneración de la política brasileña va más allá de las fuerzas de izquierda, al estar otras figuras opositoras acusadas de severos actos de corrupción o de conductas contrarias a la ley.

Sin embargo, es claro también que Da Silva primero, y Rousseff después, hicieron poco para cambiar las reglas del juego gubernamental hacia un desempeño más ético de la función pública. Por el contrario, en el mismo esquema Lula ha intentado perpetuarse en el poder con una iniciativa de reforma fracasada —que le impidió reelegirse de manera consecutiva por segunda ocasión en 2010— y hace apenas unos meses anunciando su intención de ser candidato presidencial de nueva cuenta para las elecciones de 2018.

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En Argentina el matrimonio Kirchner controló el país por doce años. El proyecto político liderado por Néstor y Cristina tuvo como premisas el presentarse a la presidencia de manera alternada, además de cobijar prácticas corruptas para consolidar su dominio en los círculos del poder público y económico. En una larga trama de actos contrarios a la ley participaron desde el chofer de Néstor y posterior asesor de Cristina, Juan Francisco Alarcón, acusado de enriquecimiento ilícito; hasta el mismo vicepresidente Amado Boudou por cometer soborno y realizar negociaciones prohibidas a funcionarios públicos, entre otros empresarios afines al régimen como Lázaro Báez detenido bajo sospecha de lavado de dinero. El turno llegó a la misma Cristina Fernández el viernes pasado, quien fue vinculada a proceso de justicia por la venta irregular de dólares al final de su mandato.

La izquierda venezolana muestra la peor cara del autoritarismo para aferrarse al poder. No obstante, tiene al país al borde del colapso, Nicolás Maduro tanto ha reprimido la protesta social en la manifestación pacífica de la oposición, como saboteado todo intento democrático para poner a referéndum la continuidad de su mandato. Justificando un complot internacional con intenciones de derrocarlo, el presidente venezolano agrava la crisis política con el decreto de un estado de excepción y emergencia económica a fin de coartar la movilización opositora. Además, ha instruido al Ejército bolivariano a mostrar su fuerza mediante maniobras militares y estar preparado para los distintos escenarios que podrían presentarse, mientras tanto, la sociedad sufre de la escasez de los bienes más esenciales.

Es impensable la prosperidad de la región sin un sistema de fuerzas donde la izquierda latinoamericana aporte lo mejor de su propuesta programática. Sin embargo, deberá vencer la tendencia a privilegiar el carisma de sus liderazgos con fuerte perfil autoritario, sobre el fortalecimiento institucional en nuestras democracias. Las fotografías de Brasil, Argentina y Venezuela aquí descritas, muestran por sí solas la necesidad de darle la vuelta a esa izquierda caduca que se niega a abandonar nuestros sistemas políticos.


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