Una casta aborrecible

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En gran medida la salud democrática de un país depende de la calidad ética de SUS ciudadanos y de SUS políticos. Y esto es así, porque la legitimidad de las instituciones democráticas se sustenta en la capacidad que éstas tengan de generar confianza y credibilidad en la población, y esto sólo se alcanza si existe una gestión apegada a principios éticos por parte de quienes las tienen a cargo.

El bienestar de una nación y de sus instituciones se apuntala en un ejercicio político basado en honestidad, en lealtad, en transparencia, en rendición de cuentas, en austeridad y en espíritu de servicio. La deslegitimación que hoy día se carga la clase política se explica en la ausencia de estos valores. Actualmente las raterías y las sinvergüenzadas rigen la vida nacional con más fuerza y desfachatez.

México está padeciendo TODOS LOS MALES que trae consigo un ejercicio político huérfano de honestidad. El despilfarro, el peculado, la riqueza inexplicable, el abuso del puesto para hacer y deshacer, obviamente cobijados entre los pliegues de la impunidad, son recurrentes y a ojos vistas. Y entre más alto es el cargo, mayores son la corrupción y la impunidad.

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“Mi responsabilidad es lograr que México despliegue todo su potencial. No hay intereses intocables, el único interés que protegeré es el interés nacional”. Esta es una declaración categórica, emitida por el presidente Enrique Peña Nieto, durante la celebración de la 21 Asamblea Nacional Ordinaria del Partido Revolucionario Institucional, el 3 de marzo de 2013. ¿Más claro el concepto? No deben haber entonces, ni intereses ni personas intocables, porque en un estado de Derecho la observancia de la ley es obligación de TODOS.

La ley no se hizo para ajusticiar a unos, ni para encubrir a otros. Me dice un buen amigo que soy muy rigorista, que eso no funciona así, que el mismo sistema protege a sus filibusteros, porque si estos abren la boca se conocerían demasiadas… – no pongo la palabrota – y se haría pedazos el propio sistema. Así “nacen” los intocables.

Los intocables son una caterva de sinvergüenzas protegidos por el propio gobierno y, hagan lo que hagan, como su nombre lo dice: NO LOS TOCAN. A este infame club pertenecen aquellos políticos que han ocupado posiciones en el primer círculo, y por ello conocen sus resumideros, donde se aloja lo más podrido y nauseabundo. En esos albañales se acuerdan las acciones más ruines, verbi gratia, quien llega al cargo X y quien no, el uso y destino de los recursos $$$$$ que no pasan por contraloría y menos por auditoría, quien realmente da las órdenes, a que “amigos y empresas amigas” se van a favorecer, y a robar con impunidad la hacienda pública, entre otras lindezas. “Quien conoce todo ese mugrero, tiene el poder a sus pies de aquí a la eternidad, y se vuelve intocable…y rico”, me dice mi amigo, el que me tilda de rigorista.

El presidente Peña no ha dado muestras de ser el protector del “interés nacional”, ni siquiera fue capaz de despedir a su empleado de Conagua, a su flamante titular David Korenfel, al que agarraron con las manos en la masa o, para ser más precisa, con los pies y el cuerpo entero utilizando como propio un helicóptero propiedad del organismo desconcentrado. Si no lo han grabado, seguiría siendo el mandamás de Conagua. Qué vergüenza… solo porque lo pescaron se va.

El silencio de Peña Nieto es muy elocuente…los mexicanos ya tenemos bien claro, cuales son los intereses que protege. ¿Usted también?


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