Un ‘torito’ para México

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Si el hombre fracasa en conciliar
la justicia y la libertad, fracasa en todo.

Albert Camus.

El déficit de legalidad en nuestro país es profundo y con costos incalculables. Baste reconocer que de acuerdo con diversas fuentes de información, hasta nueve de cada diez películas vistas en nuestros hogares son piratas, que la mitad de las prendas de vestir que se consumen son de contrabando y casi 60 del software de computadoras carece de licencias. Si bien el precio es un factor significativo, no es el más importante en todos los casos. Hay quienes consideran que tirar basura es más grave que adquirir un producto pirata.

México es el segundo país con más altos índices de impunidad y si de corrupción se trata, 44 de cada 100 empresas reconoce haber pagado un soborno (sin considerar “cuotas” al crimen organizado) y cada día se registran más de cuatro millones de actos de pequeña corrupción. Hoy por hoy, los mexicanos creen que los más corruptos son los partidos políticos, la Policía, los poderes Legislativo y Judicial, entre otros.

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La gran mayoría de los mexicanos está convencida también de que las leyes sólo protegen a los poderosos, y uno de cada tres cree que es de tontos cumplir la ley, cuando mayoría la incumple.

Por desgracia los mexicanos no vemos a la ley como una norma de carácter obligatorio sino como una guía, una aspiración, una sugerencia y en algunos casos como un estorbo. Un buen número de pactos y acuerdos políticos se entienden como arreglos personales y no institucionales. No es casual que prevalezca la percepción de que quienes menos cumplen la ley son los poderosos.

Si el Estado de derecho es el software de un país, es urgente detenernos a checar qué clase de licencia tiene y los caminos para fortalecerlo.

En el fondo de este déficit de legalidad prevalece la máxima de que “todo tiene un precio”, de que “siempre es posible negociar”, de que “dependiendo el sapo es la pedrada” y de que “si se puede comprar, sale barato”.

Sería injusto y también faltar a la verdad, dejar de reconocer avances que con esfuerzo, audacia y enorme trabajo se han construido, pero que en el día a día ponemos en riesgo al vivir con reglas del juego que pueden cambiar a mitad del camino.

Dentro de estas costosas y terribles realidades hay luces en el camino y algunos casos que demuestran que los mexicanos no nacemos con genes de corrupción.

El alcoholímetro es un ejemplo a seguir, porque no hay negociación que valga. Si se rebasan los límites establecidos de nada servirá el poder económico o político. Al Torito han ido a parar algunos personajes que en otros terrenos gozan de impunidad.

Imaginemos un México en donde hubiese cero espacio para negociar la ley y sin importar condición social, política y económica, tuviéramos que enfrentar un sin fin de ‘toritos’, es decir, las consecuencias al infringir la ley.

Sería un México de certeza y de Estado de derecho. Un México en donde no habría dudas sobre los incentivos correctos para aquellos que cumplen la norma, y consecuencias para quienes han hecho de la impunidad su modus vivendi.

El Torito y la imposibilidad para negociar alternativas son el mejor ejemplo de que sí tenemos remedio como país, y de que al igual que en los países más prósperos y equitativos, los mexicanos tenemos la fuerza, el talento y la capacidad para vivir con orden y respeto.

Hoy que se habla tanto de presupuesto base cero, tendríamos que construir primero un andamiaje y una manera de pensar y de actuar distintos, que parta justamente de una base cero de negociación al cumplimiento de la ley. Porque sin esta premisa, el resto de los esfuerzos y logros estarán siempre en riesgo y seguiremos dejando en el camino talento y oportunidades.

No queremos un México en donde algunos sigan ganando con favores arbitrales. La desigualdad frente a la ley ha sido el principio de muchas otras desigualdades. Construir una cultura de legalidad exige transformar y fortalecer instituciones, pero también hacer realidad que la autoridad cumpla y haga cumplir la ley, y que los ciudadanos en lo cotidiano, creamos que tirar basura y comprar piratería termina por hacernos daño a todos.


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