Un presidente y sus amenazas a un juzgador

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Se ha dicho varias veces, algo que también se llegó a decir de Enrique Peña Nieto, y es que Andrés Manuel “no entiende que no entiende”. Y su falta de entender tanto los hechos, como las políticas y sobre todo las leyes, lo ha llevado a hablar en incoherencias de las que ni cuenta se da. No sé si en privado sus cercanos intenten o no hacérselas entender, y si en ocasiones lo logran. No, al parecer.

Los ataques verbales y sus amenazas al Juez federal Pablo Gómez Fierro, quien ha concedido una suspensión provisional contra la ley modificada de la industria eléctrica no son algo nuevo, es un “más de lo ya visto”, como cuando injurió a los abogados. Pero este caso es tan grave, que hasta el presidente de la Suprema Corte de Justicia ha tenido que expresar su legítima defensa del Poder Judicial, frente a un mandatario del Ejecutivo que quiere doblegarlo. Ello en medio de muchas otras voces que se han solidarizado con la división de poderes que tiene que ser respetada.

Pero hay una situación muy grave respecto a dicha división de poderes. Como el presidente tiene a su servicio (textualmente) a una mayoría suficiente de legisladores para que aprueben lo que a él le da la gana, a pesar que se demuestre que está tan mal que resulte anticonstitucional, le debe parecer normal que también los jueces, magistrados y ministros se plieguen a sus exigencias.

Hay versiones sotto voce de que ya antes el poder presidencial logro doblegar a jueces, y se trata de aquellos que concedieron suspensiones provisionales en contra de la construcción del aeropuerto civil en Santa Lucía. Se dice que altos mandos militares se les plantaron a los jueces en sus despachos para amedrentarlos a decidir conforme a la voluntad presidencial. Los cambios para no conceder amparos definitivos a los quejosos fueron, jurídicamente, muy débiles.

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Pero ahora la situación es diferente, pues el juez Gómez Fierro “no está solo”, los miembros del Poder Judicial en masa se han volcado en su defensa. Pero contando con experiencias previas, y de abuso de poder ya visto, este juzgador va a tener algunas pesadillas. Lo que no se ve que el presidente haya dimensionado, es que habrá en los próximos días muchos jueces que decidan en el mismo sentido que el licenciado Gómez Fierro, ante una avalancha (ya en marcha) de solicitudes de amparo. Y sobre aviso, muy repetido, no hay engaño, hay muchas.

 Por eso aún hay más. Estos cambios a la legislación de energía eléctrica son tan abiertamente anticonstitucionales y violatorios de convenios internacionales que, como mucho se advirtió, las solicitudes de amparo de la justicia federal serán cientos. Amén de las reconvenciones y exigencias extranjeras por la violación de derechos y de convenios firmados por México.

La ceguera presidencial, esa que se ha convertido varias veces en arrebatos temperamentales, respaldados con el poder real de quien es el presidente en turno, es lo que no le permite darse cuenta de sus graves errores. Mucho, pero mucho se advirtió al Congreso que la pretendida reforma a las leyes (ahora ya concluida) tenía graves errores por ir en contra de la Constitución federal.

Tan ciego fue su arrebato temperamental, que no se dio cuenta de lo absurdo de su petición de que debería revisarse la actuación del juez, que él supone, por su misma ceguera mental, estaría al servicio de empresarios privados, cuando lo está al servicio a la Constitución. Y no es revisar al juez, lo que procede es la revisión sobre su sentencia, si está apegada o no a la Constitución. Y por su misma cerrazón, no se da cuenta que cualquier revisión estará a cargo del mismo Poder Judicial que se ha puesto en defensa del juez, ante las amenazas presidenciales.

Y peor la defensa del presidente, hecha por la secretaria Nahle, diciendo que el juez no tomo en cuenta aspectos económicos del asunto, cuando lo que corresponde al juzgador es el apego a la ley y en especial a la Constitución. Algo realmente “de primaria”. También acusó al juez de que no tuvo tiempo de estudiar bien el caso, tras la publicación en el Diario Oficial, cuando el transcurso de todas las discusiones en el Congreso, le había dado el tiempo necesario, ya que se aprobó “sin cambiar una coma” la iniciativa presidencial de reforma.

Todo esto es muy delicado, al pretender López Obrador y su equipo político que puede seguir imponiendo su voluntad caprichosa, como lo ha logrado con el Congreso servil en mayoría (en donde las voces disidentes de legisladores opositores que presentan razones bien fundamentadas, caen en el vació de la ciega obediencia de los legisladores de Morena y sus lacayos).

El presidente quiere que “esto no se va a quedar así”, y lo más probable es que así sea, pero al revés suyo, que los miembros del Poder Judicial federal hagan su tarea y detengan, por inconstitucionales, las reformas a la ley de energía. Y eso llevará a nuevos arrebatos del presidente, y el país va a sufrirlos. Pero quiera o no López Obrador, tendrá que tragarse, esta vez, sus palabras, sus amenazas, y la realidad de que “la ley es la ley”, y que no por darle gusto, los juzgadores van a decidir y sentenciar siempre lo que quiere imponerles.

Porque hay hechos incontrovertibles, y es que todas las advertencias sobre la inconstitucionalidad de las reformas y de los graves daños que de su aplicación puede tener el país, tienen muy sólidas bases. Pero eso, el presidente ha demostrado que “no entiende que no entiende”.

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