Un candidato incómodo

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Javier Corral ha decidido lanzar su candidatura para buscar la presidencia de Acción Nacional. Se trata de un candidato que nos recuerda otros tiempos del PAN, cuando ese partido era una opción política para buscar cambios democráticos en México.

La paradoja no puede ser más evidente, cuando el PAN llega a Los Pinos pierde los impulsos de cambio y se acomoda al poder. Primero con un Fox frívolo que se olvidó de sus compromisos y entregó su gobierno a los intereses fácticos en cuanto se sentó en la silla del águila, y después con un Calderón, reaccionario y terco, que dejó un país más violento y ensangrentado; dos gobiernos que terminaron por enviar al partido al tercer lugar en 2012. Ahora en 2015 la debacle panista sigue cuesta abajo. A nivel local, donde el PAN gobernó, también se va a tercer lugar como en Jalisco y en Nuevo León. En ese contexto, Javier surge como una voz independiente, adentro y afuera del panismo, con la idea de rescatar los restos del naufragio.

En diversas ocasiones he escuchado que Javier Corral es un panista extraño a su partido, que estaría mejor en otro espacio. Es un panista preocupado por la desigualdad. Sin embargo, él ha decidido permanecer y dar la batalla. Como lo anunció hace unos días, tiene todo cuesta arriba; sabe que será una pelea contra intereses y grupos que se han apoderado de las estructuras del partido; liderazgos que controlan los recursos y presupuestos, que tienen correas de transmisión para incorporar a la militancia. La apuesta de Corral, que ha denominado como una “rebelión de las bases”, es una rendija por la que se pueden colar algunos vientos de cambio. La posibilidad para desafiar al status quo panista se da por el cambio de reglas que ahora permite que la elección interna del presidente sea abierta a la militancia (propuesta de Corral).

Sin duda, la apuesta es complicada. Lo primero que hay que saber es si realmente existe la rebelión de las bases y si hay un deseo en la militancia de ese partido de derecha para sacudirse las inercias. En segundo lugar, habrá que ver en qué condiciones se va a dar la contienda interna; hasta dónde habrá un piso parejo y no una cargada de grupos. Si los instrumentos van a funcionar, como el padrón que se infla a conveniencia de algunos gobernadores; o si la comisión electoral genera certeza, porque varios de sus integrantes ya han sido impugnados de parcialidad. En tercer lugar, se necesitará saber si en el panismo de hoy hay un interés mayoritario para rescatar a ese partido como una oposición democrática, que tuvo dos sexenios de malos gobiernos y que hoy se ha vuelto una mala comparsa del actual gobierno.

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Javier tiene visibles enemigos, desde los polos más conservadores del panismo, pasando por los grupos de interés que han perfilado a un partido cómplice del poder y la impunidad, esa “onda grupera”, hasta poderosos intereses fácticos representados por el duopolio televisivo al que ha combatido desde hace años. Se pueden tener diferencias con Corral, incluso a veces puede ser un liderazgo complicado para algunos, pero de lo que no hay duda es de que ha mantenido —a través de su larga carrera parlamentaria— una sólida agenda democrática, de forma predominante en materia de telecomunicaciones. Corral es de los pocos parlamentarios que hacen la diferencia frente a los intereses y la captura que hoy dominan en múltiples instituciones. Sólo hay que preguntar por sus votos en el Congreso de la Unión, o por sus intervenciones en el INE, para corroborar este supuesto.

El PAN produce, como los demás partidos, una enorme desconfianza en la ciudadanía. Forma parte de un modelo que genera una enorme distancia entre representantes y representados. El Pacto por México hizo que el PAN terminara como un anexo del gobierno. Ese enjambre de intereses fue castigado en las urnas el pasado 7 de junio. En este momento, una candidatura como la de Javier Corral abre una pequeña expectativa para que ese partido deje de ser una oposición domesticada que defiende los mismos intereses de la coalición gobernante. Si Javier tiene éxito, el panismo puede recuperar su condición opositora y dejar de ser una pantufla de Peña. Ya veremos…


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