Todavía quedan los cimientos

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El 29 de enero de 2013 murió el Ing. César Leal, sinaloense ilustre como profesionista, político e intelectual, poco mencionado y conocido; desde su juventud,  como estudiante en la Escuela Prevocacional de Sinaloa, rebasaba a compañeros y maestros con su oratoria, su capacidad deductiva y sus conocimientos. Ya como profesionista mostró sus discrepancias con el statu quo de su época, integrándose al Partido Acción Nacional, aceptando ser candidato a Diputado Federal por Sinaloa en 1961, en aquellas épicas campañas en las que las únicas armas que se tenían eran los principios, armas que por cierto, nunca las ha habido mejores. Cesar fue también candidato a Presidente Municipal de Culiacán en 1980, Embajador de México en Grecia, Diputado y Senador de la República, además de otros cargos partidistas.

Escribió también “Fox Populi”, “Así Habla Fox” y “Fox, un Lugar en la Historia”. En lo académico, fue catedrático en el C.U.M. a la edad de 19 años, Ingeniero Químico por el Politécnico Nacional con calificaciones de excelencia, catedrático en la Universidad de Sinaloa, becado en la University of the Pacific en California, donde también fue catedrático y recibió el Postgrado con una tesis sobre procesos industriales para los países subdesarrollados de América Latina. A la edad de 24 años, fue cofundador del Instituto Chapultepec en Culiacán y fue Rector de la Universidad Católica de Culiacán. En lo religioso, fue miembro y dirigente nacional de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y miembro externo del Opus Dei en Culiacán. César hablaba y escribía inglés, francés y griego.

En su libro “Aún Quedan los Cimientos”, escrito con una prosa elegante y profunda, César expone y demuestra la necesidad que tiene México y el Partido Acción Nacional, (sin mencionarlo), de no olvidar su historia y recordar los principios sociales y personales que han fundamentado a la Patria Mexicana y a los mexicanos como sociedad, pero todo con la intención de “…proyectar hacia adelante, acometer e imaginar” como comenta Héctor Velázquez Fernández en el Prólogo. El autor utiliza metáforas y parábolas como cuando dice que a los mexicanos siempre nos detiene una tapia que no nos hemos atrevido a saltar, a pesar de que sabemos que del otro lado “hay un mundo más justo, más hermoso y espiritual…”. Siempre nos han detenido los ‘héroes populares que se perdieron en el polvo de las confusiones del siglo XIX o de algunos otros que “volvieron siempre al trote de dos mulas mañosas: la ambición y la ignorancia. Me han dicho que todavía están vivas y que alguien las engorda en su corral’”.

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Dice César que cuando los hombres buscan una Patria, buscan un donde la vida comience y termine en las rayitas de Dios, un donde que sea un lugar para vivir y el morir sea la despedida de una fiesta para ir vestido de blanco a la otra”.

César narra que, en algún lugar se encontró “unos como extraterrestres” que le inspiraron ideas que lleva en su corazón y lo atrevieron a las grandes osadías en su juventud, estableciendo esas ideas-principios en el techo de su vida, en la convicción como principio de los principios. La doctrina de estos “extraterrestres” se fundó en que la nación mexicana era “la resultante providencial de dos masas culturales”, de cuya fusión “vendría una espiritualidad propia, con un contenido trascendental y un destino, temporal y eterno”. Esta generación heroica que caminó en el desierto donde pocos los oían y que “como Moisés solo divisaron la tierra prometida y se volvieron a su planeta, confiados en que los seguidores llegarían algún día…”

Sostiene el autor que los fundadores estaban conscientes de que su tarea tenía un doble carácter: Misión y Magisterio y “Cosieron en su bandera dos barras muy antiguas del pensamiento cristiano: la exaltación de la dignidad de la persona humana y su realización en el bien común” y había que pasar por encima de piedras muy pesadas como los apetitos de la condición humana, sobre todo del poder.

En el desarrollo de su libro, César va desgranando conocimientos e ideas que deben conformar ese México nuevo: se adentra en las dificultades de vivir y convivir en la libertad y en la democracia, en la “humana dignitate”; en la exaltación que se ha hecho del “individuo”, con lo que se sacrificó la idea de “nosotros”, y el concepto de “persona”, como ente eminentemente social y culmina su texto en visiones proféticas sobre la voluntad humana, la energía generada por los petrolíferos y sus consecuencias negativas en el medio ambiente; la tecnología y la educación en la convivencia humana.

César soñó y realizó; alcanzó también a mirar su sueño y a divisar la tierra prometida.


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