Suprema cómplice

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La Suprema Corte se ostenta como un componente más de nuestro sistema político podrido. Se comporta como una pieza clave que asume la función de mantenerlo y protegerlo. En vez de aprovechar los casos que se le presentan para sanear al País, hace todo lo imposible por preservar la corrupción institucionalizada que ahoga al ciudadano no enchufado al sistema maloliente.

Los sistemas son atractores, son como imanes o como sistemas planetarios que jalan hacia adentro para mantenerse vigentes. Nuestro podrido sistema político de partidos subsidiados tiene a la Suprema Corte como uno de los tirantes empleados para mantenernos a todos en órbita como sus cautivos involuntarios.

Esta conclusión, por severa que parezca, se confirma con la sentencia que la Suprema Corte de Justicia dictó con motivo de los amparos contra las leyes “anti-Bronco”. En vez de aprovechar para hacer valer el también supremo derecho a la libre asociación y expresión de la ideas del ciudadano, la Corte se puso del lado de proteger a los partidos políticos para evitarles desbandadas masivas.

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Dime con quién andas y te diré quién eres. Los partidos políticos son en este momento, y lo digo con conocimiento de causa, agrupaciones de delincuencia organizada. No se salva ni uno solo. Se dedican a urdir megatranzas y luego a defenderse mutuamente, atrincherados en el Congreso Federal y no menos en el ámbito especial creado por y para ellos llamado INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL, antes IFE.

En lo poquito que le llega a la Corte en materia electoral, fuera para que se pusiera del lado del ciudadano. En vez de ello, se pone del lado de los partidos cuando, por ejemplo, valida la ley estatal de Chihuahua, que exige que los candidatos independientes tengan al menos tres años de no haber participado ni como dirigentes ni como miembros activos de un partido político. Eso sin contar con exigencia de cientos de miles de firmas.

La Corte podría haber razonado que el mecanismo independiente es un incentivo para que la democracia regrese a los partidos, pero no lo hizo así. Ni modo que ignoren los Ministros que los partidos están gobernados por cúpulas que artificiosamente han diseñado estatutos que encumbran a los grupos de poder en vez de las asambleas de miembros soberanos.

Vaya, los partidos mismos necesitan candidatos independientes internamente, pero en vez de aplicar un correctivo la Suprema cómplice se ensaña contra los ciudadanos que están hartos de tanto robo y tanta impunidad que ha sido generada por un Cofipe mal armado.

Para que te de más coraje, amigo lector, el jueves pasado el INE aprobó para 2016 —que no hay elecciones federales— un presupuesto de más de 4 mil millones de pesos para repartir entre ocho partidos. Al PRI le tocan más de mil, al PAN como 800 y pico, y al nuevo Morena más de 400 para que AMLO haga con ellos lo que él quiera. Él es como otro sol, el gran atractor que trae en órbita a varios millones de seguidores fanáticos del no pago. 

Supongo que la Corte se autojustifica diciendo que está respetando la soberanía de Congreso de Chihuahua. Esto sería a mi juicio una suprema lavada de manos. Los partidos usan los Congresos federal y locales como sus guaridas para conspirar y despojar por “vías legales” a Juan Pueblo.

Quizá, sin proponérselo, la Suprema Cómplice nos ha hecho un gran favor. Queda perfectamente claro, nítido, obvio y palpable que los ciudadanos tenemos elegir también a puros candidatos independientes en los puestos de Diputados.

Los partidos usan y abusan de las leyes para darse vida eterna de millonarios a costa del pueblo. La sola elección de Gobernadores —y aún posiblemente de un Presidente independiente— no son suficientes para extirpar los tumores partidistas que se han apoderado del cuerpo social.


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