Si al preguntarle, estimado lector, el primer nombre que se le viene a la mente cuando le mencionan las palabras organismo internacional, usted no responde: la Organización de los Estados Americanos (OEA), habría que preguntarse por qué no lo tenemos tan presente, ya que es este organismo, el más antiguo del mundo, al que ingresamos primero y con el que mayor identificación deberíamos tener dado que es en el que nos encontramos con los países de nuestro hemisferio, de quienes nos consideramos más cercanos y con quienes compartimos no sólo geografía, sino también historia, cultura y desafíos.
Sé que los temas de política exterior no despiertan el mismo interés que otros asuntos cuyo impacto percibimos más directamente como la corrupción, la inseguridad o la economía en el país, pero precisamente por eso le pido que no deje de leer, y que me ayude a compartir este texto. Si queremos avanzar en la solución de los problemas nacionales, debemos comprender que a diferencia del pasado, hoy, éstos no se contienen dentro de las fronteras sino que varios de ellos, como la expansión del crimen organizado y sus efectos, son regionales e incluso globales, por lo que la única posibilidad de enfrentarlos con éxito se encuentra en la acción concertada entre varios países. De ahí la importancia de valorar la acción de los organismos internacionales, de interesarnos en lo que pueden generar para México y, más aún, en lo que México hace en éstos. Hoy, más que nunca, debemos comprender que, ante los desafíos de nuestro tiempo, sólo juntos podemos.
Con esta conciencia es que este próximo martes el Senado de la República ha convocado a una sesión solemne para recibir como parte de su visita a nuestro país a Luis Almagro, el excanciller y exsenador uruguayo recientemente electo secretario general de la OEA, con quien esperamos sostener un diálogo abierto sobre los problemas de México, la región y la organización.
México ha participado activamente desde su fundación en la OEA, el organismo al que debemos instrumentos internacionales fundamentales como el Pacto de San José, por el que se constituyeron la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos, y múltiples convenciones interamericanas que como norma internacional han servido para mejorar nuestras leyes y políticas públicas con el fin de impulsar el ejercicio pleno de derechos, avanzar en el desarrollo y fortalecer nuestra democracia.
Sin menoscabo de todo lo alcanzado, aún hay mucho por lograr en la solución de los principales problemas de la región, como los relacionados con el combate al crimen organizado; el problema de las drogas; la migración indocumentada; el desplazamiento interno; la violación a los derechos humanos, principalmente a los derechos civiles y políticos en países como Venezuela, a cuyo gobierno no le ha bastado arremeter en contra de sus propios ciudadanos, sino que ahora lo hace hasta con los colombianos; entre muchos otros. Con todo, su desafío central es la renovación misma que le permita una acción eficaz, ante lo cual los senadores de Acción Nacional a la vez que celebramos iniciativas como la de la nueva visión estratégica de la organización cuyo grupo de trabajo fue presidido por México, reprobamos la tibieza y falta de congruencia con la que se ha conducido frente a la situación en Venezuela.
El secretario general, Luis Almagro, ha dicho que no le interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación. La participación de México, como lo fue hace setenta años cuando se firmó el Acta de Chapultepec, que sentó las bases para la creación de la OEA y su vinculación con las Naciones Unidas, será clave para el éxito de este proceso. Una vez más, nuestro país tiene la oportunidad de incidir sobre la renovación de la OEA, lo cual desde el Senado estaremos acompañando, respaldando y supervisando.
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