La simbiosis PRI-Gobierno y la sana distancia

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En los tiempos que corren los acontecimientos se suceden con velocidad de vértigo. Por ello a veces no es posible comentarlos cuando están en el ánimo de la opinión pública y los medios les dan amplia cobertura. Luego, ocupados en otros temas, aquéllos pasan al olvido, en ocasiones de manera muy rápida. Tal es el caso de la declaración hecha por el actual presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, en contra de la doctrina (llamémosla así) de la “sana distancia”, que debe haber entre el presidente de la República y en general del Gobierno, y el Partido Revolucionario Institucional. Doctrina, como se sabe, establecida hacia mediados de la década de los 90 por el entonces presidente Ernesto Zedillo.

Cuando recientemente Beltrones reprobó dicha doctrina, fue objeto de cerrado aplauso por parte de sus compañeros priistas presentes en tal ocasión. Lo primero que llama la atención es por qué Beltrones y priistas que lo acompañaban esperaron veinte años para pronunciarse –y además con vehemencia– contra la “sana distancia”. Esa oposición tardía es la mejor prueba de que los priistas ven como una unidad indivisible la que desde el nacimiento de su organización política ha existido entre ésta y el gobierno. Que en realidad son la misma cosa, y por ello no puede haber distancia alguna. Es el partido-Gobierno. Es el partido del Gobierno y no el partido en el gobierno.

Esa diferencia entre “del” y “en” es calve en una democracia. Y de esta deliberada confusión se quiso valer Beltrones, a través de un sofisma elemental, para justificar la abominable simbiosis entre PRI y Gobierno. Nos pretendió tomar el pelo el nuevo jefe (es un decir) priista, al invocar que en todo el mundo democrático el partido en el gobierno apoya políticamente a éste, en lo cual tiene razón y hasta donde sé nadie discute. Lo inadmisible, ilegal, injusto e inmoral es, como sucede en México, que los recursos (económicos, políticos, humanos y hasta represivos) del gobierno se pongan al margen del orden jurídico al servicio de un partido político –PNR, PRM, PRI y ahora hasta el PVEM, según históricamente ha sucedido– para favorecerlo electoralmente en perjuicio de los demás y mantenerse así en el poder.

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Parece que así lo consideró Zedillo y echó mano de la expresión “sana distancia” para dar a entender que tal situación terminaba. Fue por ello que en la reforma electoral de 1996 se estableció el financiamiento público –cuantiosísimo por cierto– a los partidos. Oficialmente se dijo que su magnitud obedecía al propósito de evitar que los partidos se vieran en la tentación de recibir dinero sucio. Sin embargo, a los que participamos en el proceso legislativo de esa reforma se nos comentó que su monto era alto porque en realidad se pretendía transparentar lo que desde siempre había venido recibiendo el PRI del gobierno federal “por debajo de la mesa”.

¿Quiere Beltrones pruebas de esa ilegal simbiosis PRI-Gobierno? Son infinitas. Pero van tres: 1. El anuncio de la creación de ese partido desde la tribuna del Congreso el 1 de septiembre de 1928, en un informe presidencial, por Plutarco Elías Calles. 2. El acuerdo presidencial dictado por Emilio Portes Gil y publicado en el Diario Oficial, ordenado el descuento de un día de salario a la burocracia para el sostenimiento de ese partido, y 3. El otro acuerdo presidencial expedido por Lázaro Cárdenas, también publicado en el Diario Oficial, para adjudicar un céntrico terreno en la ciudad de México, por lo que hoy es prolongación de la avenida Juárez, para construir la sede de ese mismo partido, la que seguramente también se hizo con dinero público. ¿Alguien lo duda?


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