Sería el ‘harakiri’

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El PRD está exigiendo al jefe de Gobierno que le entregue a la titular de la Sedeso, la acusan de haber beneficiado a Morena o algo así.

La derrota, para ellos, fue contundente. Tal fracaso es el reflejo del agotamiento de su estilo de gobierno y el claro mensaje ciudadano de que sus políticas públicas han fallado.

Sin embargo, lo que hoy más nos sorprende es la poca o nula capacidad para reconocer que son ellos mismos los únicos culpables del estrepitoso derrumbe electoral. El PRD en el Distrito Federal insiste en equivocarse al concluir, después de un sesudo esfuerzo autocrítico, que lo único que lava su vergüenza electoral es la sangre.

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Quieren que rueden cabezas, claman castigo para los que califican de traidores. Acaso suponen que así recuperarán la ciudad que perdieron el pasado 7 de junio en la urnas, el día en que su gemelo enemigo los desplazó de la primera posición política de la capital.

Resulta muy difícil definir si estamos frente a un cinismo sin límite o ante la más grande de sus incongruencias.  Ahora están exigiendo al jefe de Gobierno que les entregue a Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Desarrollo Social; la acusan de haber operado los programas sociales en beneficio de Morena o alguna cosa parecida.

Lo que se manifiesta es el gen antidemocrático del siglo pasado que persiste en el PRD, porque  en la pobre lógica de su ecuación, la secretaria de Desarrollo Social debe ser manejada por un mapache electoral, alguien que administre los apoyos para los más desfavorecidos con sesgo partidista y los controle para coaccionar el voto. En suma, lo que proclaman los amarillos es que la secretaria debió actuar con criterios electoreros y no con visión de Estado.

Paradójicamente, si algo no podemos escatimar es el reconocimiento al jefe de Gobierno y a la secretaria de Desarrollo Social de que han servido institucionalmente a la ciudad. A diferencia de lo que ocurrió en pasadas administraciones capitalinas del PRD, como en la gestión del otrora secretario de Desarrollo Social Martí Batres, ahora líder de Morena, el mismo que al estilo del exministro Góngora Pimentel no es capaz de pagar la pensión de su hija, no daba un peso a nadie que no fuera perredista.

Mancera y Rodríguez Velázquez son diferentes, decidieron transparentar los padrones. Hoy por hoy, un dipu-
tado puede gestionar y obtener recursos sin distingo partidista  en beneficio de los habitantes de la capital.

Sería el harikiri político de Miguel Ángel Mancera entregar la posición que ocupa Rodríguez Velázquez a las hordas clientelares del PRD. Las consecuencias serían inmediatas. Al día siguiente, le exigirán que nombre en la titularidad de la Sedeso a un mapache perredista y que, desde el control de  los programas sociales, manipule los procesos internos del PRD y actúe con sesgo partidista en las elecciones.

Pero, fundamentalmente, Mancera aniquilará su imagen y discurso de político apartidista, independiente y ciudadano. De ceder, en la complicidad se convertiría de facto en un perredista más, al tiempo que se acomoda en la contienda por la candidatura presidencial del PRD en el mismo nivel de Graco Ramírez, gobernador de Morelos, y de Silvano Aureoles, gobernador electo de Michoacán.

¿Será que está en riesgo el esfuerzo y trabajo invertido en el rutilante sello del gobierno Capital Social? Lo dudo. El PRD difícilmente puede secuestrar a un gobierno que no milita y que ha privilegiado la pluralidad.


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