Seguridad ficción. Alguien miente

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Nuestra ciudad se está convirtiendo en la capital de las apariencias. Claudia Sheinbaum se ha empecinado en crear una tierra de ficción alejada de la realidad que se vive día a día en las calles de la Ciudad de México.

Después de muchos retrasos, por fin arrancaron las comparecencias de los secretarios del gabinete ante el Congreso de la CDMX. El jueves pasado tocó el turno al secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, quien vino a dibujar una ciudad que dista mucho de la que su jefa tiene en mente.

De acuerdo con García Harfuch, la ciudad vive una época de oro de seguridad pública. Casi, casi, somos Dinamarca en su percepción. Se han reducido los crímenes de alto y bajo impacto en un impresionante 46%, es lo que aseguró ante el pleno del Congreso. Los homicidios, robos a negocios, de vehículos y a casa habitación se encuentran en notable descenso.

Por supuesto, lo anterior, sin tomar en cuenta que lo que no menciona el secretario es que las estadísticas de reducción del crimen se dieron bajo el marco de una pandemia que encerró a la mayoría de los ciudadanos en su hogar. Con menos personas en la calle, hubo menos crímenes.

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En cualquier otro momento estas estadísticas podrían ser verosímiles. Sin embargo, cuando la jefa de Gobierno va pregonando que en el 2022 la presencia de la Guardia Nacional incrementará en la CDMX, que se construirán cuatro cuarteles y que en cada una de las 16 alcaldías habrá elementos de la GN; no puedo evitar pensar que uno de los dos miente.

Si la ciudad realmente vive una bonanza de seguridad pública, no se puede entender cuál es el motivo que impulsa a Sheinbaum a reforzar la vigilancia con la presencia de la Guardia Nacional en todas las alcaldías.

Seamos claros en algo: el ingreso de la Guardia Nacional es el equivalente a la militarización de la Ciudad de México, que responde a un reconocimiento tácito de que el crimen organizado se ha metido y establecido bajo las narices del gobierno de Morena.

Meter a la Guardia Nacional a la ciudad equivale a dejar de hacer inteligencia policial para dar paso a la inteligencia militar, la cual —si de la historia hemos aprendido— termina por convertirse en inteligencia política. Es la única razón que hace sentido del porqué meter a mandos militares a operar dentro de la CDMX.

Porque, si no hay crisis en seguridad, entonces lo que sigue es suponer acciones de espionaje y obstaculizar a los gobiernos de oposición en las alcaldías de la ciudad con su blindaje de policía de proximidad.

En cualquier caso, Sheinbaum hace un reconocimiento implícito al fracaso en la lucha en contra del crimen organizado, de los cárteles de la droga, en donde no funcionó la estrategia de “abrazos, no balazos”. Mientras tanto, la seguridad de la ciudad está en juego, anda de paseo, viajando, haciendo su propia precampaña presidencial anticipada, posando en portadas de revistas soñando con su futuro, sin poder reconocer que su legado como jefa de Gobierno de la CIudad de México es ya la militarización de la ciudad que no supo gobernar.


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