Riesgos, ganadores y perdedores

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“Los ciudadanos son los protagonistas y ganadores de estos comicios, el voto demostró su poder, ganó la democracia. Los mayores riesgos: optar por el triunfalismo frente a las victorias y dejar de trabajar en la fortaleza institucional dando por hecho que en automático todo será distinto. El otro gran riesgo: que frente a las derrotas se decida no cambiar”.

GANADORES

Los millones de ciudadanos que expresaron sus voces en las urnas, que con su voto decidieron la primera alternancia política de su historia en Veracruz, Durango, Tamaulipas y Quintana Roo, y que en otras entidades lograron lo que hasta hace pocos días parecía imposible. Los ciudadanos que ejercieron su voto para poder así castigar el desorden, la corrupción y la impunidad.

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Quienes votaron para que los territorios gobernados por el crimen organizado sean gobernados por la ley y la certeza jurídica. Aquellos que por años han vivido bajo la amenaza del secuestro, la extorsión, el despojo de sus derechos de propiedad y en muchos casos también la pérdida de la propia vida. Familias divididas frente al terror cotidiano, frente a la pérdida de libertades fundamentales, como ser dueños de sus parques, de sus calles, de poder transitar en sus carreteras sin temor. La libertad de emprender sin la amenaza de cuotas y extorsiones cotidianas o incluso de los ‘levantones’ para despojarlos de sus bienes y sus vidas.

En otros estados los votos decidieron por opciones que les aseguraron poner fin a los abusos desde el poder, poner fin a una corrupción burda y a una impunidad que se convirtió en una indignación generalizada.

En otros más, los votos obedecieron a un anhelo de cambio para mejorar las condiciones de vida de sus familias y comunidades. Cada territorio tiene su propia historia y realidades. Sin embargo, en mayor o menor medida el tema económico y la búsqueda de mayores y mejores oportunidades de empleos y movilidad social; los asuntos de seguridad en materia jurídica e impartición de justicia, el reclamo a la complicidad entre la autoridad local y la delincuencia y el crimen organizado, así como la falta de transparencia y de consecuencias al atropello de la ley, marcaron las demandas ciudadanas en estos recientes procesos electorales.

Gana el PAN que supo convertirse en la primera opción en un contexto de alta competencia y múltiples alternativas. Frente a esto, tiene la gran oportunidad y la enorme responsabilidad de volver a ser el partido de los ciudadanos.

PERDEDORES

Los candidatos cuya historia personal se vio rebasada y aplastada cuando quien gobierna la entidad es de su mismo partido y lo ha hecho en medio de una escandalosa corrupción e impunidad. Estos virreyes fueron sus más acérrimos enemigos y adversarios.

Pierden también quienes siguen pensando en la guerra sucia como el arma electoral más eficaz Las guerras sucias que rebasaron todos los límites y se sirvieron del desprestigio, la calumnia y cualquier instrumento para desacreditar, difamar y lastimar a sus adversarios, en general fueron ignoradas por el electorado; grupos amplios de ciudadanos decidieron no escucharlos más y acudieron a votar al margen de estas acusaciones, o bien optaron por el abstencionismo.

Pierden los medios de comunicación que no han entendido que la censura es un mecanismo del pasado.

Las casas encuestadoras son también grandes perdedoras en este proceso, que en su gran mayoría fallaron o en otro casos terminaron siendo instrumentos de propaganda electoral. Hay excepciones, pero en general la historia es perdedora.

RETOS Y RIESGOS

Urge hacer un alto y revisar a fondo la ley electoral para subsanar espacios de discrecionalidad, simulación, prácticas que generan un mayor hartazgo ciudadano, así como incentivos perversos en materia de financiamiento y rendición de cuentas en los procesos electorales.

Algunos estarán ante el riesgo de caer en la tentación de salir a buscar culpables como única explicación de su derrota con cero capacidad de autocrítica y reconocimiento a la voluntad y hartazgo ciudadano; otros, frente al riesgo de caer en el triunfalismo y el autoengaño por las victorias que impidan leer correctamente lo sucedido y paralicen la transformación urgente en la vida institucional de los partidos.

Muchas otras lecciones que merecen aprenderse nos han dejado estos comicios. Desde ese voto oculto que cambió el rumbo y los pronósticos “más seguros”, hasta la suerte de los independientes que como ha quedado demostrado, no se replican por ósmosis o generación espontánea.


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