Racismo patriotero

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Por: Diego Fernández de Cevallos

Al Presidente (que no es ni merece ser de todos los mexicanos) le viene “requetebién” y “como anillo al dedo” la falsificación de la historia y la destrucción del país, pero le llegará el tiempo de rendir cuentas por la ineptitud y corrupción que encabeza, por sus insolencias y fechorías, por sus mentiras y arbitrariedades, y por la cizaña que desparrama en México y fuera de él.

De gobernar, nada, su misión es reinar alimentando su narcisismo, y soñar que será acurrucado en el más allá por “los héroes (oficiales) que nos dieron patria”.

Un ejemplo reciente de ello es lo que hizo en la conmemoración de los 200 años de la Independencia de México, que inició en la noche del 15 o madrugada del 16 de septiembre de 1810 con el Grito del cura Hidalgo, y se consumó el 27 de septiembre de 1821 por Agustín de Iturbide, ambos con luces y sombras muy intensas; aquél venerado, éste deturpado. Tartufo insistió en la vieja narrativa, falaz y maniquea, victimista y resentida, para seguir dividiendo a los mexicanos.

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El poner en el centro de nuestras fiestas patrias al presidente cubano y reclamar “el bloqueo” yanqui, pero guardando silencio ante las atrocidades que sigue padeciendo aquella población, es ominoso y ofende a las dos naciones. Con esa máscara se presentó, ante los incautos y su claque más radical, como el gobernante “de izquierda” que enfrenta al Imperio, al tiempo que reprime en la frontera sur, de manera inhumana, a los más pobres y perseguidos, a esos que hace dos años invitaba a que vinieran a México, garantizándoles aquí una vida digna.

Y mientras éste gritaba “¡Viva la honestidad!”, las carcajadas de Joe Biden retumbaban hasta el Suchiate.

Por fortuna, hoy ningún gobierno o facción pueden atrapar la información, la comunicación ni la historia, y van quedando al desnudo dos versiones del pasado que se alimentan, cada una, más de prejuicios y fanatismos ideológicos que de la verdad de los hechos.

Debemos hablar fuerte y claro: ante los discursos que adoran a los “originarios”, pero que intencionalmente (y no por ignorancia) niegan la honra que merece el mestizaje de esta gran nación, con todas sus sangres indígenas (no solo la azteca) y con la recibida de todos los continentes (comenzando por la española), son apátridas malparidos que siguen envenenando el alma de millones de mexicanos para mantenerlos sojuzgados.

Los indios de ahora, pura sangre, pudieron nacer porque sus ancestros sobrevivieron a las guerras Floridas, a Huitzilopochtli y a las matanzas de ambos bandos durante la Conquista, en la que más de 100 mil indios de muchos señoríos y cientos de españoles vencieron a más de 100 mil guerreros aztecas.

El racismo más anacrónico y discriminatorio de hoy es el “aztequismo”, falaz y patriotero, que el oficialismo vomita ¡vociferando en español!  Con estas acciones, México se coloca como uno de los pocos países en el mundo que llevan a cabo varios ejercicios a nivel nacional, coordinados desde el más alto nivel de gobierno.


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