Programas de gobierno: gran pendiente

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En el contexto de las alianzas que se están cocinando para las elecciones en las que se renovarán 12 gubernaturas este año, un ingrediente que no se ha utilizado –y, al parecer, como decía Don Teofilito: ni se utilizará– es el relativo a los programas de gobierno de los candidatos aliancistas. Si bien es cierto que es difícil que acuerden fuerzas con pocas coincidencias, lo cierto que esta descripción le queda a todas las alianzas que se harán en este año electoral, las encabece el PRI o el PRD-PAN.

Egoísmo puro

Las negociaciones para una alianza electoral parten de la necesidad de contar con un candidato que ayude a obtener la victoria en las urnas. Al menos, aquí en México, esa es la forma de razonar de nuestros políticos, pues temas como el establecimiento de un programa de gobierno quedan lejos de las pláticas. En la mayoría de los casos, los partidos postulantes se desentienden del gobernante electo, aunque luego sus resultados se les reviertan.

Pese a que desde la década de los 90 se han aliado electoralmente el PAN y el PRD –nada más es cuestión de recordar a Salvador Nava y su lucha en San Luis Potosí–, es hasta el 2010 en que dicha unión alcanzó el triunfo en entidades como Sinaloa, Puebla y Oaxaca. Al año siguiente, el PRI logró un acuerdo para que tal alianza no se reeditara en el Estado de México, pero el tricolor continúo con la búsqueda de aliados de la mano del PVEM, Panal e, incluso, de partidos tan contrarios a sus propuestas como el PT. Pero en estos casos, la crítica ha sido prácticamente nula.

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Así, de nueva cuenta los priístas han salido a clamar que los acuerdos para asistir juntos a las campañas por parte del PAN y del PRD son antinaturales, son como el agua y el aceite y otras linduras por el estilo. Saben que en algunos casos –como podría ser el caso actual de Chihuahua y Veracruz y sus impresentables Duartes–, dichas alianzas pueden arrebatarles el estado, por lo que son comprensibles sus quejas.

Pero si de algo deberían inconformarse los adversarios de las alianzas de otros –porque están muy contentos con las suyas–, es que éstas deberían girar en torno de un programa de gobierno, no de un candidato.

La experiencia en países como Alemania, en donde unieron fuerza la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, demuestra que institutos políticos contrarios en muchos puntos programáticos, pueden acordar un programa mínimo de gobierno a partir de sus coincidencias, dejando sin tocar los temas en los que difieren. Ese fue el caso, por poner un ejemplo, de la energía, por lo que fue un asunto que no se tocó durante el gobierno que formaron los partidos antes mencionados.

En México, todo gira en torno al candidato y si gana, ya verá él como arreglarse para administrar el gobierno, eso que a los partidos parece importarles poco, a pesar de lo cual piden cuotas para que sus militantes ocupen alguna posición en el mismo.

Una respuesta a la razón por la que se presenta este tipo de situaciones la tenemos en el egoísmo de nuestra clase política por, realmente, llegar a un acuerdo y traducirlo en un programa de gobierno en el que sus coincidencias ayuden a solucionar los problemas de la entidad.

Pero lejos de lo mencionado en el párrafo anterior, lo que tenemos es la búsqueda de sumar victorias a la respectiva cuenta partidista y ocupar posiciones para los allegados del grupo que controle al Partido. Uno de los mejores ejemplos de esto lo tenemos en Sinaloa, en donde hace seis años un expriísta apoyado por la alianza PAN-PRD ganó la elección a gobernador, para luego conducir una administración pública al más puro estilo del PRI, tanto que el actual mandatario buscó que su sucesor compitiera por las siglas del tricolor, dejando fuera de la jugada a las fuerzas que lo apoyaron hace seis años.

Y lo mismo se podría decir de Oaxaca o Puebla, o los gobiernos surgidos de las alianzas PRI-PVEM-El Partido que usted guste, en las que los programas conjuntos de gobierno brillan por su ausencia.

Mucho deberemos observar y exigir los ciudadanos para que nuestros partidos comiencen a pensar más en los planes y programas de gobierno, que incluyen propuestas, en lugar de en los candidatos, que en muchas ocasiones –lo sabemos– surgen como representantes de grupos que lucran desde el Poder, bajo supuestos como que la popularidad o el carisma es más importante que las ideas –y de paso, desmontar esa lucrativa y poco útil industria de los consultores y constructores de imagen que tanto daño hace al país, por los costos que representa en las campañas.

Este es un área de oportunidad para los candidatos independientes, la cual si la saben aprovechar podría cambiar el panorama político del país en el corto plazo. Será cuestión de estar al pendiente de cómo se desarrollen las campañas.

Del tintero

Hoy se conmemora el día de las víctimas del Holocausto. Pero en el caso de nuestro país eso nos debería motivar a pensar no sólo en esa clase de víctimas, sino en todas las que tenemos en nuestras tierras –principalmente por el tema de la inseguridad–, con todas las variantes por asuntos de discriminación, desplazados, migrantes y un largo etcétera que para nuestra desgracia tenemos.


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