Problemas con la autoridad

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Parece que en México tenemos un problema con los árbitros y las autoridades. No hay partido de futbol en que no se vea con suspicacia al réferi, mucho más que el talento de los jugadores o la estrategia del entrenador. En los toros, al juez de plaza se le exige que otorgue una oreja. Se le chifla y se le mienta la madre cuando no hace lo que el público quiere. El grito de “¡árbitro vendido!” atraviesa todo el espectro de nuestra vida pública.

Es común ver videos en los que algún oficial de tránsito detiene a un ciudadano y éste procede a insultarlo y amenazarlo. Si otro ciudadano, que pasa por ahí, trae teléfono graba al policía independientemente de si el otro individuo cometió una falta. “Lo protege la Constitución”, “tiene derechos”, y cosas por el estilo se le grita al guardián del orden.

Por supuesto que también están las ladies y los gentleman que hacen alarde de prepotencia. El legendario “no sabes con quién te metes”, “te vas a quedar sin chamba”, “me vale madres, yo soy abogado”, hasta el denigrante —puesto en circulación por una ladie de Polanco— “asalariado de mierda” o el desafiante “súbelo López-Dóriga y con el pinche Loret de Mola (sic)”. El insulto a la autoridad está bien arraigado.

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Pero las dificultades con la autoridad no se limitan a los ciudadanos. Nuestros legisladores y partidos políticos la aceptan a regañadientes y se quejan de quienes ellos mismos nombran autoridad legítima. El Partido Verde está metido en un gigantesco problema —consistente en una multa que “pagarían” del propio dinero público— por sus excesos publicitarios. A la sanción siguió la negativa del partido de acatar lo que esa autoridad ordene. O por lo menos eso parece. Pero en realidad, no hace algo muy diferente a lo que han hecho los partidos “serios”. Estos también la han emprendido contra el INE y su titular. Hace no pocos días la oposición al PRI en esa instancia, se puso de acuerdo para boicotear las sesiones del instituto acusando al presidente de obedecer a intereses poco democráticos —por decirlo de alguna manera. Lo curioso es que varios de los impugnadores del titular hace poco tiempo lo alababan y consideraban una persona de gran probidad.

En la construcción de la vida democrática la relación con la autoridad será más ardua si los propios partidos, que debieran ser garantes de respeto a la legalidad, la emprenden contra el árbitro o deciden removerlo si no les gusta el resultado.


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