¿Por qué gustan los sinvergüenzas?

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“La sociedad en que vivimos admite al pillo, lo endiosa, tolera como buenos y disculpa todos los excesos”.
José María Muzarieta (1922)

Medio mundo opina que hay políticos despreciables, que está hasta la ídem de ladrones, sinvergüenzas, mentirosos, etc., pero el colmo es que a pesar del innumerable listado de fechorías, la gente los sigue eligiendo. 
Coahuila, nuestra patria chica, porque la grande es México entero, tiene décadas gobernada por el mismo partido político, por los que dicen que saben gobernar, sin embargo, los problemas de inseguridad, de pobreza que crece, de malversación de fondos públicos – Megadeuda, Ficrea, para nombrar los más recientes –, entre otros horrores, continúan. 

La corrupción está viva, aunque jamás lo admitan. Se gastan carretadas de dinero público para sustentar una imagen de Gobierno sólido, pudiente y eficiente. 

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Allá por 1922, en Cuba, se publicó un libro al que su autor, José M. Muzarieta, puso por título: “El Manual del perfecto sinvergüenza”. El prólogo, para estar a tono con el contenido, lo hizo un bandido de carne y hueso de la época: Ramón Arroyo, más conocido como “Arroyito”. Se dedicaba a un “oficio” que hasta la fecha deja muy buenos dividendos a sus “cofrades”, secuestraba ricos. Y la raza, como decimos acá en el norte, lo adoraba. Cuando lo aprehendieron y lo trasladaban a La Habana, era coreado por la multitud en cada pueblo por el que pasaba el tren. 

Transcribo el prefacio, lea usted: “Apuesto cualquier cosa a que entre ustedes los hay que tienen fachada de bondadosos y son en realidad unos pillos redomados. En cambio habrá quienes pareciendo pícaros sean en el fondo excelentes prójimos. A mí por ejemplo todos me suponen un bandido, me persiguen y le darían un premio al que me colara una bala en la cabeza. Cierto que no soy un santo. Pero esa misma sociedad que me condena ¿no admite en su seno y los mima, y consagra, a señores que carecen de los más rudimentarios principios de moral y que, bien analizados, son unos completos facinerosos? Decidme: ¿Qué diferencia existe entre un secuestro y un asalto al tesoro público? ¿Son mejores que yo los que se enriquecen a costa del hambre del pueblo? ¿Y los que hundieron los bancos y dejaron en la miseria a los depositantes, estafando evidentemente a los que al amparo de las leyes colocaron el producto de sus afanes? ¿Qué son esos comparados conmigo?”. ¿Qué tal? 

No me consta, pero no debe ser desconocido para Fidel Castro. Y es que los “ejercicios espirituales” que se recomiendan en el libro, a todas luces que se practicaron a pie juntillas por el sempiterno dictador. Y no me extrañaría tampoco que dada la estrecha relación que existe entre el Gobierno de Coahuila y el de la sufrida tierra de Martí, el texto resulte ajeno. 

Le comparto los “edificantes” mandamientos: “Ámese así mismo. Nunca diga lo que sienta ni sienta lo que diga. La osadía: esa debe ser su característica principal. Ninguna idea es buena si no es suya. Cualquier procedimiento es bueno para triunfar. Diga que usted es hombre honrado y verá que algo se le pega. No combata las llamadas tiranías: póngase al lado de los tiranos y explote a los demás. Nunca nade contra la corriente. Mire por encima del hombro, dese importancia. Las leyes no se han hecho para que usted las cumpla, sino para que se burle de ellas. No se acueste sin haber hecho algo en beneficio propio. La constancia encadena la suerte. Vaya a la Iglesia y dese golpes en el pecho, a usted le conviene aparece como muy religioso (y que todos lo vean darse golpes en el pecho y comulgar). No crea lo que digan los periódicos, pues ellos dirán lo que usted quiera que digan. Dé limosnas pero hágalo en los sitios públicos para que (lo vean) adquiera fama de caritativo. Cierta oposición a los gobiernos es conveniente. Vale más que le teman a su incertidumbre y no que lo miren como un incondicional (aunque lo sea).

Cuando haya que defender la patria, diga que usted es socialista y que todos son sus hermanos. Piense que el poder está a la misma distancia de usted, que usted de él. Aspire siempre, cuando menos piense, la engancha”. 

Continúa: “Siga este proverbio árabe: cuando un perro tenga dinero, dígale, señor perro. Mire siempre adelante, el pasado no es suyo. Vaya donde encuentre la mayoría. No tenga amigos y proclame que el robo al Estado, no es robo. Usted no está obligado a cumplir los pactos y compromisos que no le favorezcan (pero sí cumplir al pie de la letra los que le favorezcan). La Republica se fundó para agradar a usted y a los suyos, y cada ciudadano vino al mundo para servir sus deseos. Legal es todo aquello que le reporte a usted algún beneficio. Estos ejercicios no excluyen otros que dimanen del natural impudor que le sea a usted característico”. 

Una perla más: “Ninguno de nuestros fulanillos (políticos dirigentes) dirige conscientemente sus huestes, y todo el secreto de fingir que los dirige, es repartir entre ellos el dinero del tesoro público a manos llenas”. El preferido de la comunidad saltillense que votaría su retorno, da cátedra al respecto. 

En próximas entregas le seguiré compartiendo contenidos del Manual de Muzarieta. Qué vigencia, ¿verdad? 


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