Los números de Michoacán en materia de pobreza no son para nada alentadores, incluso resultan contradictorios –hasta ofensivos- dada la contrastante riqueza de este noble estado. De acuerdo a las cifras oficiales, más del 54 % de los michoacanos vive en situación de pobreza, 39.9% de tipo moderada y 14.4% extrema. Mientras que un 30.7% de su población se encuentra clasificada como vulnerable y por tanto expuesta a engrosar las estadísticas de pobreza en cualquier momento. Además la entidad ocupa el nada honroso sexto lugar a nivel nacional en el rubro de rezago social.
Esta semana, en un interesantísimo análisis, escuché a Jorge Traslosheros hablar de Michoacán como un estado en el que se conjuntaban peligrosamente dos tipos de pobreza: la social y la existencial. La social caracterizada por los datos duros en términos económicos…la existencial, por la pérdida de referentes e instituciones comunitarias básicas…familia, legalidad, estado, bien común, respeto por la vida, etc.
Sin duda estas dos caras de la pobreza, sumadas al clima de impunidad, injustica y corrupción rampante nos han sumido en una posición de descomposición social y política sin precedentes.
Ante este panorama se vuelve urgente insistir en una estrategia que tienda a la promoción integral de las personas, que aspire a la prosperidad a la que tenemos derecho los michoacanos… que contemple educación, acceso a la salud y especialmente oportunidades de trabajo. Una estrategia que se centre en la dignidad de los ciudadanos. Para ello necesitamos autoridades con la visión y coraje necesarios para trascender el interés político y el mero asistencialismo… que vean realmente por los otros impulsando e incentivando los cambios.
Si no es así no habrá policías, armas ni recursos suficientes que permitan la viabilidad de nuestro estado. Es imprescindible que lo entiendan las autoridades, las actuales y las próximas… pero sobre todo nosotros los ciudadanos… hoy nadie está exento de ver por el bien de los más necesitados y por la construcción de nuestro futuro inmediato.
Los hechos de Apatzingán y la Ruana evidencian con tristeza el nulo avance en ese sentido. Los 44 detenidos por los hechos de Apatzingán no superan en promedio los 30 años de edad… En Michoacán no estamos atacando las causas estructurales de la inequidad y de la exclusión que son en gran medida la raíz de nuestros males sociales. No estamos fortaleciendo las instituciones ni generando las oportunidades requeridas para que nuestra realidad sea otra. Las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones crean nuevos y peores conflictos.
Es necesario transitar hacia un nuevo paradigma que nos permita pensar otra vez en términos de comunidad y que nos lleve a tomar las medidas necesarias para conectar, relacionar y reconocer al otro… promoviendo de nueva cuenta la confianza y los vínculos interpersonales… que dé prioridad a la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos… que entienda que la paz no es la mera ausencia de violencia lograda por la imposición de unos sobre otros…que hay más opciones y otro futuro… es imprescindible revertir esa pobreza existencial.
Aspirar a un cambio en las estructuras sociales y políticas sin generar nuevas convicciones y actitudes en las personas, lleva de nueva cuenta a su corrupción y decadencia. Ese es un esfuerzo de mediano y largo plazo que pasa forzosamente por un cambio cultural. ¿Qué estamos haciendo para que eso suceda?
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