Patria y vida

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Al ideario socialista del Partido Comunista cubano sólo le sostiene la represión de una cerrada élite política parapetada en la fuerza pública, así como la propagada oficial con la que busca acallar a una creciente disidencia ciudadana, cada vez más proactiva en expresar su abierto rechazo hacia una “revolución” que desde hace mucho traicionó sus causas y objetivos. Ello, porque, paradójicamente, su clase gobernante fue construyendo, desde la década de los sesenta, un régimen tan autoritario, excluyente e injusto, como el que le derrocaron al dictador Fulgencio Batista.

Hoy, la clase política cubana se aferra al control del poder público frente a miles de manifestantes que toman las principales ciudades y comunidades de la isla, tras meses de vivir la angustia del extendido desabasto de comida, medicamentos e insumos esenciales, sumado a la profunda crisis económica y de salud provocada por la pandemia de covid-19. Si en condiciones más favorables las consignas revolucionarias no se tradujeron en un mejor país de corte socialista, difícilmente ahora podrá constituir la solución que permita reencauzar el rumbo de ese país.

Sin embargo, es importante recordar que si bien la emergencia sanitaria detona protestas nunca antes vistas por la cantidad de personas que formaron parte de ellas en los últimos días, el impulso de la necesaria democratización de la isla se nutre de una cadena de factores que se han consolidado en el tiempo y que, hasta el momento, sólo han podido ser inhabilitados por el sistema de persecución al que están sujetos los cubanos. Expongo aquí los tres factores más importantes.

Primero, el cierre de ciclo de la dinastía Castro, con más cuestionamientos que fortalezas. Fidel Castro pudo poner punto final a un sistema dictatorial, caracterizado por señalamientos constantes de corrupción, abuso y nexos con la mafia, como en su momento se acusó al régimen de Batista; pero no logró consolidar (¡en décadas!) un modelo de país que generara crecimiento sostenido y amplia derrama económica a su población. Los afines al régimen acusan al bloqueo estadunidense de hacer eso imposible, cuando, en los hechos, Cuba recibió importantes transferencias y subsidios por parte de otros países que nunca se transformaron en capacidades de largo plazo.

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Segundo. Transición del Partido Comunista sin rumbo ni desempeño adecuado. El carisma de los Castro, como cualquier carisma, no se traslada por decreto a los sucesores. Mucho menos se garantiza amplio respaldo popular cuando la toma de decisiones es errática en la entrante clase gobernante o no se emplean a las soluciones de fondo. Así, en una especie de continuidad a Raúl Castro, el presidente Miguel Díaz-Canel ha despreciado la instrumentación efectiva de las reformas económicas que Cuba necesita para promover su crecimiento. La propia Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe ha señalado que Cuba tendrá uno de los cuatro crecimientos económicos con peor desempeño de toda la región en este 2021.

Tercero. Los aliados estratégicos no viven sus mejores tiempos para mantener el habitual respaldo millonario a Cuba. La isla solía recibir generosos apoyos expresados en subsidios por parte de naciones más fuertes, como Rusia y Venezuela, que en distintos momentos le compraron bienes y servicios por arriba del precio de mercado. Estudios realizados por especialistas calculan que los acuerdos entre Hugo Chávez y Fidel Castro le redituaron a Cuba más de 15 mil millones de dólares, los cuales se vieron seriamente mermados tras el deterioro económico conseguido por Nicolás Maduro en Venezuela. Ello explica que, ante el desplome del turismo y en el marco de una economía cerrada, la isla se haya quedado sin divisas suficientes para el abasto de los productos más esenciales para su población.

Por todo ello, el gobierno cubano tiende al encarcelamiento masivo de manifestantes y a la disuasión autoritaria de voces críticas, de acuerdo con lo relatado por distintos organismos de derechos humanos. Y es que cada vez le son más escasos los recursos financieros e ideológicos para mantener una aprobación mayoritaria de la población hacia el régimen, por lo cual incluso el mandatario Díaz-Canel arriesga a los límites de una guerra civil al convocar a simpatizantes a enfrentar en las calles a los manifestantes que piden un alto a la dictadura. Si de eso se tratan las revoluciones, mejor más patria y vida para la sociedad cubana.


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