Olimpos partidistas

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Los partidos políticos, al igual que la sociedad entera, están formados por seres humanos con defectos y virtudes, con errores y aciertos. La semana pasada el panismo tuvo que lamentar el deceso de quien fuera presidente del mismo, Luis H. Álvarez. Más allá de comentar el deceso, lo que llama la atención es la falta de capacidad del panismo para aceptar un balance de la vida política de quien también fuera candidato presidencial en 1958. La necesidad de contar con un Olimpo lleno de dioses inmaculados, no es una aspiración única de los del blanquiazul.

No hay muerto malo

Como dice el conocido refrán, “no hay muerto malo”, por eso cuando fallece una figura pública es mal visto que alguien recuerde sus errores, omisiones o –incluso– crímenes, si es que se puede hablar de ello. Claro que esto no aplica a los delincuentes, pues el olvido los tapa rápidamente. Algunos dirán que diferencia hay entre éstos y los políticos, pero eso es harina de otro costal.

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         Con motivo del fallecimiento del expresidente nacional del PAN, algunos militantes comenzaron a rasgarse las vestiduras cuando se recordó el episodio en el que negoció con el gobierno de Salinas de Gortari. Pero igual ha sucedido cuando alguien ha recordado la soberbia de Carlos Castillo Peraza y el mal trato que tuvo hacia muchos, así como la forma en que tuvo roces con la prensa en su campaña en el DF en 1997.

         Igual caso sucedió con Juan Molinar Horcasitas, elevado por militantes a la categoría de ideólogo del panismo, aunque realmente no tenga merecimiento para esa etiqueta; estos mismos militantes se enojaron cuando alguien recordó su cuestionado paso por la administración pública federal o sus derroches como funcionario del Partido, alegando que el difunto no podía defenderse.

         Y es que la norma es que “no hay muerto malo”, aunque la memoria diga otra cosa, pues los partidos buscan contar con ejemplos para atraer a nuevos militantes u ofrecer una imagen que los acerque más a lo ideal, aunque en la realidad sus acciones los desacrediten diariamente.

         Así, el culto a la personalidad –que luego se traslada a candidatos y gobernantes electos– se ha convertido en un elemento más de los usos y costumbres de los partidos. En reuniones, juntas, eventos y, por supuesto, en las publicaciones partidistas, los dirigentes son elevados hasta el Olimpo particular de cada fuerza política. Las revisiones históricas refuerzan esta visión al presentar sólo los logros o ejemplos de los próceres. Así, Plutarco Elías Calles como fundador del PRI es visto como un constructor de instituciones, obviando que después se quiso quedar con todo el pastel y por eso Lázaro Cárdenas lo obligó al exilio.

El panismo es un caso singular. En los discursos de sus dirigentes en cualquier ámbito, la receta indica que hay que mencionar un par de frases de Manuel Gómez Morin o Efraín González Luna al inicio, seguir con alguna invocación a Adolfo Christlieb Ibarrola o Efraín González Morfin, para cerrar recordando las palabras de Carlos Castillo Peraza. Si el panista con aspiraciones quiere destacar, sigue al pie de la letra la recomendación y listo, éxito asegurado.

Aunque hay que mencionar que no fueron los únicos que eran mencionados, pues la fundación de dicho partido contó con el concurso de más de cien mexicanos, algunos olvidados porque no buscaron candidaturas o porque renunciaron al partido decepcionado por el rumbo que había tomado.

También la izquierda buscaba construir su Olimpo, aunque las continuas divisiones y salidas no han permitido erigir algo similar, aunque la figura de Cuauhtémoc Cárdenas ha estado en dicha posición.

Para el ciudadano común, los políticos son vistos como entes ajenos a la sociedad; una razón para esto es que no hay autocrítica en los partidos –o es escasa–, y el balance sobre la carrera política de sus dirigentes se hace sobre la base que hay que resaltar lo positivo y esconder lo negativo.

Si los partidos reflejaran que son integrados por seres humanos que lo mismo son capaces de aciertos que merezcan aplausos, pero también errores que pueden afectar a la sociedad, otra imagen tendrían los mismos ante el ciudadano.

         Los Olimpos partidistas son una de las facetas más reprobables de nuestro sistema político, pues lo mismo va aparejado a los privilegios que buscan tener a través de los puestos de elección.

         Esconder lo negativo y tratar de resaltar a toda costa lo positivo, no hará una imagen positiva de quien dejó este mundo. Quizá personajes como Luis H. Álvarez, y otros que se han adelantado en el camino, hubieran deseado ser recordados como seres humanos y no como Dioses intachables de un Olimpo que sólo es de papel.

Del tintero

Faltan dos semanas para la cita en las urnas en 14 entidades del país. La constante en las campañas ha sido la guerra sucia, en donde las acusaciones han sido el arma principal de los candidatos. Luego tendremos largos juicios en el TEPJF que podrían anular varios comicios, además de las multas que el INE impondrá a los partidos por las irregularidades cometidas. Ante este panorama, no sería mala idea ahorrarnos todo esto y hacer una tómbola para sortear las posiciones, total, ya Morena la puso en práctica para otorgar candidaturas e igual el resultado es el mismo, sólo que más barato para todos.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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