Nepotismo, la doble moral de nuestra sociedad

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En la pasada ceremonia por la conmemoración de un aniversario más de la Constitución mexicana, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una nueva reforma constitucional en la que se planeta la eliminación de la reelección de alcaldes y legisladores, aunque el punto más polémico es el relativo al nepotismo.

La iniciativa busca prohibir que familiares sucedan a otro en cargos públicos, para impedir que familiares inmediatos ocupen el mismo puesto de elección popular de forma consecutiva. Los casos de Boca del Río y Huixquilucan, en donde la esposa sucedió al esposo en la presidencia municipal inspiran esta prohibición.

Pero de inmediato surge la pregunta de por qué limitar esto al ámbito electoral.

La polémica desatada en redes y medios por la designación de Bertha Alcalde Luján, hermana de la presidenta nacional de Morena, como Fiscal de la CDMX, también tocó el tema del nepotismo, pero aquí no hubo sanción o iniciativa para prohibir que familiares de una familia acaparen puestos en la administración pública, sea federal, estatal o municipal.

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Nepotismo

De acuerdo al boletín de Guerra Castellanos y Asociados del pasado 20 de enero, “se entiende por nepotismo el uso de un cargo, ya sea en el sector público o en la empresa privada, para nombrar a familiares o amigos para determinados empleos o darles otros favores, sin importar el mérito para ocupar el cargo, sino su lealtad o alianza”.

El análisis indica que “por lo tanto, el nepotismo no se reduce a la asignación de candidaturas entre parentelas, sino a la capacidad de diversas personas en cargos de poder, sean o no de elección popular, para acomodar a parentelas, lealtades u otras relaciones, sea o no a través de otorgarles cargos de elección popular. La reforma planteada es incompleta en ese propósito”.

Por lo anterior, a manera de conclusión el Boletín considera que “si a esta reforma se añade la no reelección, quienes accedan a cargos públicos tendrían mayor interés en repartir posiciones de manera patrimonialista, sabiendo que sólo tendrían tres años. Eso podría llevar a un sistema mucho más nepotista e irresponsable”.

Y remata: “Además, si no hay reglas internas sobre rotación de poder en Morena, la lucha por candidaturas sería más encarnizada y podría abrir innecesariamente los frentes de lucha entre facciones”.

 

Doble moral

Y nos podemos preguntar, ¿si está mal lo que han hecho Enrique Vargas del Villar, en Huixquilucan, o Miguel Ángel Yunes Márquez en Boca del Río, por qué se permitió la candidatura de la hija de Félix Salgado Macedonio en Guerrero o que la viuda de José Manuel Mireles hiciera campaña, precisamente presentándose como “Viuda de Mireles”?

¿Por qué se prohibirá, incluso en la Constitución, el nepotismo de unos mientras se permite que los Monreal tengan diputaciones, una gubernatura, presidencias municipales intentaran ganar más posiciones postulando a uno de sus integrantes?

¿Por qué si no se quiere que familiares directos sucedan a alcaldes en funciones mediante elecciones, en Morena se manejó la idea de que la esposa de Miguel Barbosa fuera considerada como su reemplazo luego de la muerte del gobernador de Puebla?

Y vamos más allá en esto de la doble moral, ¿por qué está mal que la esposa de un político lo suceda en un cargo de elección, pero a la vez aplaudimos si familiares directos de deportistas, actores o cantantes suceden a sus progenitores en estos ámbitos, creando dinastías en, por ejemplo, la lucha libre, el fútbol o el mundo del espectáculo?

¿Por qué aplaudimos si los hijos de una actriz o actor entran, de la mano de sus padres, en cine o televisión –tengan o no mérito o capacidad–, pero criticamos si se trata de un político como Manuel Bartlett impulsando las empresas de su hijo León o, como más recientemente se ha anunciado, con el hijo de la consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, contratado por el gobierno de Sonora de Alfonso Durazo, cuyos familiares de este último han recibido contratos de la autoridad electoral?

¿Por qué se critica a la familia Alcalde por el hecho de que sus dos hijas tengan empleo vinculado a Morena o gobiernos emanados de dicho partido, pero cuando directores de medios, como está pasando con algunas revistas hoy en día, incluyen a sus hijos como colaboradores o columnistas no pasa nada?

¿Por qué está mal que haya funcionarios de gobierno o legisladores que meten a sus familiares a la nómina de las dependencias u organismos a su cargo, pero cuando se anunció que directivos de las empresas que son parte de Grupo Carso son hijos de Carlos Slim no hay comentarios? ¿Es sólo porque en un caso hay recursos públicos y en el otro no?

La última pregunta nos debe llevar a la reflexión acerca de si el estar en juego recursos o cargos públicos debemos rechazar estas formas de nepotismo, pero volviendo a la discusión de si esto puede representar el hecho de bloquear las posibilidades de quien tiene experiencia, capacidad y preparación sólo porque un familiar ya está en dicha empresa o gobierno, algo que sería discriminador, pero que ya es norma de contratación en dependencias pública y en la iniciativa privada.

¿Por qué un nepotismo nos parece malo y otro nos da igual o hasta llegamos a aplaudirlo?

Y podemos seguir con las preguntas, mismas que sólo nos muestran la doble moral en un tema que es condenado o aplaudido por igual y del cual no hemos llegado, como sociedad, a una conclusión.


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