La seguridad nacional en el mundo contemporáneo sólo es posible afianzarla a partir de una política de puertas abiertas y amplia cooperación.
Las amenazas a las personas e instituciones serán debidamente mitigadas, en la medida en que los gobiernos definan estratégicamente políticas eficientes para la prosperidad de sus comunidades, así como también se instrumenten líneas de acción multilaterales para restringir los alcances de la actividad criminal de grupos altamente movilizados.
La Cumbre de la Seguridad Nuclear es un buen ejemplo de ello. Hace apenas unos días en Washington, con la participación de más de 50 jefes de Estado y de gobierno se dio revisión a los protocolos para evitar, en el marco de acciones concertadas, la disponibilidad de armas nucleares por parte de organizaciones terroristas. Además de analizar la situación de seguridad prevaleciente en los países que poseen uranio enriquecido y otros elementos radioactivos.
Es una buena noticia el refrendo de EU por promover el desarme nuclear, de la mano de otras potencias como Rusia. Tan sólo ambos países concentran más del 90% de arsenal nuclear total. Más allá de esto debe reconocerse el esfuerzo multilateral para profundizar alianzas en favor de un mundo más seguro, así como también para aprovechar el diálogo entre líderes globales para profundizar los mecanismos de inteligencia e intercambio de información en tareas de contra-terrorismo. Avanzar en esa tarea es indispensable.
En el combate al terrorismo no hay muros entre naciones ni patrullajes en determinadas comunidades religiosas que alcancen. Aquí se equivocan en su fórmula electorera los dos precandidatos republicanos punteros. La trama criminal de los atentados en París y sus conexiones con otros países europeos dan muestra clara de la imposibilidad del aislacionismo. Las células criminales no fueron importadas desde otras regiones lejanas, por el contrario, fueron compuestas por personas con residencia legal en la comunidad de países donde los reprobables actos de terror terminaron abruptamente con la vida de varias centenas de personas.
La captura de Salah Abdesalam en el barrio de Molenbeek-Saint Jean en Bruselas por la policía antiterrorista de Bélgica, retrata la gravedad del reto. El señalado de ser uno de los implicados en los ataques terroristas en París y que a diferencia de sus cómplices no detonó los explosivos bajo su control, logró mantenerse prófugo durante cuatro meses en un entorno urbano que le resultaba por demás conocido. Mismo patrón observado en los autores de ataques terroristas en la maratón de Boston y la ciudad de San Bernardino California. Sólo que en este caso, con menor suerte en la fuga, fueron ciudadanos estadunidenses los atacantes de sus conciudadanos.
En nuestro caso, México requiere de la colaboración internacional para erradicar con mayor celeridad el tráfico ilegal de armas de alto poder, provenientes en su gran mayoría de EU. Capacidad de fuego que ha nutrido la capacidad operativa de las organizaciones criminales, con el cual amedrentan a ciudadanos y autoridades por igual, además de proveerles ventajas considerables en la comisión de otros delitos agraviantes, como son el secuestro, la extorsión y el homicidio. Restringir las operaciones logísticas de las organizaciones criminales transnacionales, pasa también por estrategias similares a las del contraterrorismo y es previsible comenzar a observar esfuerzos mayores en esa ruta.
Es importante reconocer que no toda la receta del mundo seguro está del lado de la coerción a la actividad criminal. Hace unos días el Washington Post analizó en un primer acercamiento, por qué dos barrios de Bruselas se han convertido en zonas proveedoras de terroristas a células del extremismo islámico. Los barrios de Schaerbeek y Molenbeek, este último donde fue detenido Abdesalam, les caracteriza altas tasas de desempleo juvenil, iniquidad en el acceso educativo, constantes redadas policiales, amplio reclutamiento de expresidiarios a redes yihadistas e integración escasa a la sociedad belga.
La ecuación del mundo seguro se compone, así, de cooperación internacional en materia de seguridad, así como de acciones decididas a garantizar el crecimiento inclusivo de las comunidades. Una tarea que no es exclusiva de una región mundial en lo particular, sino que nos convoca a todos en nuestra aspiración común de avanzar hacia la paz global.
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