Mariguana: la Corte tiene la palabra

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La frase del músico de los Rolling Stones, Keith Richards, puede resumir parte del problema en el debate sobre la legalización de la mariguana: «Nunca he tenido problemas con las drogas, he tenido problemas con la policía». Si uno ve una foto de Richards tiene la certeza de que el tipo ha experimentado con drogas, pero tiene razón. Si la policía dedicara sus esfuerzos a otra cosa que ver si los jóvenes traen mota en los bolsillos, esos jóvenes harían otras cosas posiblemente de provecho, o no, pero no estarían en la cárcel esperando un juicio absurdo. Y quizá los policías hubieran perseguido verdaderos delincuentes.

El proyecto del ministro Zaldívar para permitir el uso lúdico de la mariguana es un paso adelante en el debate de los temas públicos en México. El trabajo del ministro tiene argumentos serios y contundentes. Pone en el centro de la discusión de manera ordenada y clara varios de los argumentos que estaban en el aire.

El ejercicio de la libertad individual es uno de los elementos fundamentales en la experiencia de vida. Por supuesto este ejercicio incluye la enorme posibilidad de equivocarse, de fracasar y hasta de hundirse. Pero no hay muchos caminos de opción y el que es inaceptable es que el Estado se convierta en una institutriz que pretenda decirnos todo el tiempo que sí y que no debemos hacer con nuestro cuerpo. El proyecto acierta al decir que el consumo pertenece al estricto ámbito de la autonomía individual protegido por el derecho al libre desarrollo de la personalidad, la posibilidad de decidir responsablemente si desea experimentar los efectos de esa sustancia, a pesar de los daños que esta actividad puede generarle a una persona.

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He visto mucha gente destrozada por el alcohol, familias enteras. Conozco gente que murió por el tabaco. No he conocido a nadie que el consumo de mariguana —exclusivamente— lo haya eliminado de tener una vida, o una muerte, digna. Algunos de quienes se oponen a esta legalización dicen que la mariguana es la puerta a otras drogas. Lo cierto es que de esas puertas la primera que se abre es la del alcohol.

El debate que se dará estos días en la Corte es de vital importancia, porque se refiere a la libertad de decidir, a la experiencia de ser individuos mayores de edad y que se nos respete como tales, incluso en nuestras faltas. No podemos esperar —como plantea Leo Zuckerman— a que esto suceda en el Poder Legislativo. Seguramente sería bueno que así sucediera, pero sería un debate más bien pobre e hipócrita como al que nos tienen acostumbrados nuestros legisladores. Por eso, mejor que las ideas fluyan y ayuden a decidir en ese cuerpo de pocos pero lúcidos que es nuestra SCJN. La Corte, en este, como en muchos temas, tiene la palabra. Y la decisión.


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