Los verdaderos triunfadores

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Por Alejandro Díaz

Sin duda los grandes ganadores fueron los ciudadanos y el INE. La gran participación popular, mayor que en otras elecciones intermedias, marcó la elección, y la excelente organización de los comicios hicieron posible una nutrida jornada a pesar de la violencia vivida durante las campañas.

No bien habían cerrado las casillas cuando se alzaron cantos de victoria por todo el país en distintos comités, incluso antagónicos. Con datos de unas cuantas casillas extrapolaron resultados para externar su euforia. Al paso de las horas llegaron más datos que confirmaban o desmentían los resultados anunciados prematuramente. Especialmente en las entidades que elegían gobernador -y por tanto tenían un territorio más extenso que una ciudad por muy importante que fuera- las regiones más distantes finalmente determinaron los resultados.

En las sedes de los partidos la información no dejaba de fluir, siempre con datos parciales. A pesar de contar con la poca información que llegaba no dejaron de dar conferencias de prensa. El propio inquilino de Palacio anunció en su mañanera a los que él consideraba ganadores sin esperar los canales autorizados. Cuando aún falta el recuento oficial que se celebra tres días después de la jornada, y saltándose a las distintas autoridades electorales, proclamó candidatos ilegal e imprudentemente.

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Se dijo “feliz, feliz, feliz” porque su partido fue el más votado, ignorando detalles que se resolverán en los días por venir. Al mismo tiempo culpó a los medios de comunicación de envenenar las mentes de los capitalinos que le arrebataron 9 de 16 alcaldías de la CDMX. Siguió polarizando a los mexicanos: los que votaron por su partido son responsables e informados, los que votaron por otros se debió a malas prácticas de los medios.

Aunque el inquilino se sienta feliz, de seguro no está tanto. En vez de mantener sus tan cantados 30 millones de votos del 2018 su partido tuvo menos de 16 millones en esta ocasión. Los enormes recursos que ordenó repartir a la población para fortalecer su popularidad rindieron frutos en forma menguada. No hay forma de averiguar si los recursos fueron desviados, mal aplicados o si los ciudadanos decidieron votar por quien quisieran a pesar de las dádivas recibidas.

La aseveración de que su partido mantiene su hegemonía en la Cámara de Diputados no toma en cuenta que, junto con sus aliados, perdió 50 asientos. Ignoró también la violencia que dominó buena parte de la campaña. Los más de 200 candidatos asesinados no existieron para él. Sigue creyendo que está por encima de la realidad.

No se da cuenta de que no sólo la oposición le ha quitado fuerza política sino que el crimen organizado es el verdadero rival a vencer. No quiere ver que los distintos cárteles del narcotráfico pueden poner a su gobierno -y con él al país- de rodillas. Causantes de la mayoría de las muertes violentas de esta campaña, también financiaron a candidatos incondicionales o sometidos para asegurar sus rutas de trasiego.

Tampoco parece verlo la oposición (tanto la coalición PAN-PRI-PRD como estos partidos en forma individual). Presumen arrebatarle asientos de la Cámara de Diputados, capitales de estado y decenas de ciudades, incluyendo las alcaldías de la CDMX, conservar la gubernatura de al menos dos estados y disputar legalmente otros dos, pero poco han dicho del narcotráfico y sus retos.

Aunque no aparecieron en las boletas ni han sido entrevistados por algún medio de comunicación, los cárteles del narcotráfico son los verdaderos triunfadores. No sólo no son combatidos por el actual gobierno, sino también les tolera que legítimamente controlen territorios.

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