El Partido Acción Nacional cumple este mes 75 años de valiosa e histórica existencia.
El Partido Acción Nacional cumple este mes de septiembre 75 años de valiosa e histórica existencia para México. Sin duda alguna fue histórica y valiosa su participación en la apertura democrática lograda hace ya casi medio siglo, como trascendente ha sido desde entonces su desempeño en la difícil transición hacia la democracia plena a la que aspiran (y que merecen), todos los mexicanos.
Vale la pena recordar hoy el escenario. En 1929, carrancistas, villistas, obregonistas, zapatistas y otras facciones revolucionarias, prácticamente mantenían en vilo al país. Desde el poder presidencial, Plutarco Elías Calles las aglutinó en una organización política: el Partido Nacional Revolucionario (PNR), precursor del PRI. Pero mientras Calles pensaba en el acceso a un México institucional, otros creyeron que el surgimiento del PNR era en realidad una recompensa: la supremacía eterna sobre cualesquier otra fuerza opositora. Así empezó una época en la que mientras se acrisolaban las democracias modernas en otras partes del planeta, que permitían y aun propiciaban la disidencia; en nuestro país se cerraban las puertas a todo cuanto significara oposición al régimen, ya desde entonces “revolucionario”.
En este contexto adverso nació el PAN como partido opositor, pero también como opción política y social. Su primera convención se realizó del 14 al 17 de septiembre de 1939 en el Frontón México; sería insuficiente el espacio para hablar del gran esfuerzo ejecutado por los fundadores que, con Manuel Gómez Morín a la cabeza, tanto aportarían al sistema político mexicano y al sistema de partidos: Luis Calderón Vega, Rafael Preciado Hernández, Efraín González Luna, Aquiles Elorduy García, Miguel Estrada Iturbide, Jesús Guiza y Acevedo, Carlos Ramírez Zetina, Isaac Guzmán Valdivia y Adolfo Christlieb Ibarrola… por mencionar a unos cuantos.
No obstante el entorno hostil, fue cuajando el avance del PAN como oposición responsable, contrapeso para el partido en el poder, se llamase PNR, PRM o PRI, sucesivamente, con una oferta sustentada en la sencillez de principios, el reconocimiento a la dignidad humana, la preeminencia del interés nacional sobre los intereses parciales y la subordinación de toda actividad individual, social o del Estado, a la realización del bien común.
Estos conceptos fueron asimilados paulatinamente por cientos de miles de ciudadanos, de tal manera que en pocos años el partido transitó de la representación política a una genuina representación social. zAños difíciles, sin duda. De triunfos no reconocidos. De victorias ignoradas. Hasta que en diciembre de 1946 Acción Nacional conquista su primera alcaldía, con Manuel Torres Serranía, en Quiroga, Michoacán. Gana también, en ese mismo estado, su primer diputado local, Alfonso Hernández Sánchez, en un distrito de Zamora. Y en 1949, la primera diputación federal: la de Salvador Sánchez Septién por el primer distrito del estado de Querétaro.
El PAN perseveró en su búsqueda de oxigenación política. Su creciente presencia política y social propició la integración de la primera Cámara de Diputados pluripartidista, en 1966; 20 legisladores panistas estuvieron coordinados por Adolfo Christlieb Ibarrola en aquella histórica XLVI Legislatura.
En 1989 llegó el triunfo del panista Ernesto Rufo Appel en Baja California. Su victoria como gobernador sobre el candidato priista rompió 60 años de hegemonía. Y 11 años después sobrevino la conquista de la Presidencia de la República, victoria con la cual Acción Nacional abrió expectativas insospechadas para la vida democrática de México: confirmó que la alternancia en el poder era posible. La señal percibida por los ciudadanos fue inequívoca: no más democracia simulada.
A 75 años de su nacimiento, el PAN juega su rol de oposición responsable y apoya las reformas que necesita México para crecer e impulsar el desarrollo. Las dificultades que tuvo para asumirse gobierno en 2000-2012, fueron por resistirse a caer en los juegos autoritarios de un sistema que se resiste a cambiar. Hay que perseverar para lograrlo. Los principios y los valores éticos en los que apoya el PAN su quehacer político permanecen intactos. Hay que luchar por preservarlos e impulsarlos a toda costa. Hoy como nunca continúan vigentes el reconocimiento a la dignidad humana, la preeminencia del interés nacional sobre los intereses particulares y la subordinación de toda actividad individual, social o del Estado, al bien común. Por encima de escándalos y frivolidades. Recordemos a George Bernard Shaw: El poder no corrompe, son los políticos los que corrompen al poder.
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