Libre como el pensamiento

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¡Le dispararon a Benjamín! ¡le dispararon a Benjamín! Eran las palabras de mi hermana por el teléfono celular. Mi hermana, la Many, a la sazón administradora del periódico La Prensa, de San Luis Río Colorado, fundado y dirigido por Benjamín Flores, el joven y brillante periodista que ese día había sufrido un atentado, me llamaba diciendo que iba de su casa a las oficinas del periódico donde habían ocurrido los hechos.

Le dije que me esperara, que iba por ella. No me esperó, me la encontré en el camino de frente, le hice cambio de luces para detenerla; abandonó su auto ahí mismo, en medio de la calle, y subió al mío. Vuelta en “u”, y aceleradamente me dirigí a las instalaciones del periódico procurando una ruta que me permitiera ver si en los hospitales Noroeste o Santa Margarita había movimientos que anunciaran que Benjamín había sido trasladado a alguno de ellos, pero no, ningún movimiento especial.

Supongo que todo sucedió demasiado rápido porque llegamos al periódico y Benjamín estaba ahí, tirado bocabajo a la puerta de las oficinas, inerte, en un charco de sangre. Hasta ahí lo habían alcanzado las balas del “cuerno de chivo” y de la pistola con la que lo remató el cobarde agresor, y hasta ahí había llegado su intensa vida, su potente voz, sus proyectos, sus sueños.

En cosa de minutos que me parecieron años, llegó la policía, y luego un par de ambulancias que, ante la evidente inutilidad de cualquier esfuerzo médico, optaron por retirarse. Una hora después el ministerio público, periodistas de otros medios, y un mundo de gente, familiares, amistades, curiosos, morbosos, de todo.

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Colaboradores del periódico que vieron los hechos desde su interior a través de la puerta de vidrio, aseguraban que Benjamín, al percatarse de la presencia del asesino que se le acercaba apuntándole con su rifle de asalto, consciente de su muerte inminente, había preferido quedarse ahí, a la puerta, sin intentar ocultarse en el interior, para no poner en peligro al personal. No sé qué tan cierta sea esta versión, quizá esté moldeada por el gran respeto y admiración que Benjamín inspiraba en sus colaboradores, pero a mí me gusta pensar que en efecto así sucedieron los hechos; un último acto de enorme valentía, muy propio del valiente periodista que siempre dijo lo que pensaba, que siempre daba la cara, que transformó el periodismo local atreviéndose a algo a lo que muy pocos -quizá nadie- se había atrevido hasta entonces, ejercer plenamente su libertad de expresión.

Duro, durísimo frente al poder político, y revelador e incómodo frente al crimen organizado, Benjamín fue un hito y un precursor de nuevos tiempos. Le abrió brecha a la prensa libre y a la libertad de expresión en esta región de México, pero ello, a sus apenas 29 años de edad, y hace hoy exactamente 25 años, habría de costarle la vida.

Sus severas críticas al poder y sus notas sobre la delincuencia organizada le habían generado ya antes múltiples amenazas, e incluso atentados a las instalaciones físicas del periódico. Esto hizo muy difícil determinar si la autoría intelectual del asesinato podría encontrarse en el gobierno, o en el crimen organizado. Desde luego, el gobierno hiper autoritario del gobernador Beltrones inmediatamente culpó a un grupo de la delincuencia organizada, e incluso encarcelaron a alguien por ahí, que nunca se supo bien a bien, si era culpable o chivo expiatorio.

Benjamín fue un agente de cambio, de libertad, y de lucha por la democracia desde su trinchera periodística, pero fue también, tristemente, prolegómeno de la corriente que se vendría de ataques a las y los periodistas a lo largo y ancho de nuestro país; un fenómeno que sigue creciendo y enlutando a familias y comunidades, y atentando contra las libertades más básicas de nuestra sociedad, como lo son la libertad de expresión, de información, de prensa, y de pensamiento.

Tan solo en lo que va de este 2022, son 12 las y los periodistas asesinados, lo que, a decir de Reporteros Sin Fronteras, coloca a México por tercer año consecutivo en primer lugar del ranking de mortalidad de profesionales de la información, y según el Instituto Internacional de Prensa, como el país más peligroso para que los periodistas ejerzan su labor.

Muchas luchas están por librarse, muchos esfuerzos por venir, y muchos valientes Benjamines se requerirán, pero por lo pronto él ya hizo su parte, y puede ser ahora, como en el lema de su periódico… libre como el pensamiento.


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