Lecciones sobre México y Estados Unidos

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Ser embajador de México en el país más importante para nuestra política exterior no es un cargo menor. Es el más relevante de nuestros representantes en el extranjero y una de nuestras voces que más pesará en el ámbito internacional. Miguel Basáñez, después de una exitosa trayectoria pública y académica, ha sido nombrado y ratificado para esta responsabilidad.

Este importante nombramiento fue precedido por dos tiempos récord: el primero, los más de seis meses en que nuestra embajada en Washington careció de titular, lo cual no significó que nuestra relación bilateral se estancara, pero sí dio una clara señal de que entre las prioridades del Poder Ejecutivo no se encontraba tomar esta decisión, y que quizá para algunos funcionarios un titular de embajada sea un puesto prescindible.

El segundo, las escasas 36 horas de anticipación con las que el nombramiento fue enviado al Senado de la República, hecho que obligó a avanzar los procedimientos legislativos con ciertos empujones y sorpresas, lo que una mejor labor diplomática al interior de México hubiera podido evitar.

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Afortunadamente, y hay que reconocerlo, todas las fuerzas políticas representadas en el Senado aportaron el esfuerzo necesario para que esta ratificación tenga el mayor consenso posible, como merece nuestro embajador en Estados Unidos, pues no será menor la tarea que tiene frente a él en nuestro vecino país.

Un nombramiento muy esperado y bienvenido, pero que pudo haber sido mejor trabajado con el Senado. En efecto, sin ningún diálogo previo sobre los perfiles y alcances de los futuros embajadores, se empieza a hacer costumbre que los nombramientos se publiciten en medios de comunicación antes de mencionarlo con los legisladores, dejando de lado la oportunidad de enriquecer un plan de trabajo y una estrategia para la mejor inserción de nuestros representantes en el exterior, y descuidando el hecho de que la política exterior es una política de Estado, y no únicamente del Ejecutivo Federal.

Los tiempos electorales estadounidenses serán caldo de cultivo de discursos de odio, xenofobia e intolerancia, que requerirán una respuesta contundente de nuestro embajador, para dejar con claridad que el futuro de Estados Unidos está intrínsecamente ligado al de México. Hoy tenemos un hecho inédito: México y la migración son los temas ineludibles de la campaña presidencial norteamericana.

Sin un esfuerzo claro, conciso, fuerte y efectivo que le dé su lugar a México como socio indispensable de Estados Unidos, serán las estridencias las que hagan ese papel. Hoy, sin descanso, nuestros representantes deberán concentrarse en recalcar que la fortaleza norteamericana descansa, en gran parte, en su relación con México y en la fuerza de la comunidad hispana, que hoy contribuye con el 8% del PIB estadounidense.

Le pese a quien le pese, lo ignore quien lo ignore, la realidad es que somos el principal destino de las exportaciones de dos pilares de su economía, California y Texas, y el segundo destino de otros 20 estados de la Unión Americana. Más de un millón de dólares por minuto comerciamos entre ambos países, y del millón de cruces diarios, se cuentan por igual los ciudadanos estadounidenses y mexicanos, lo cual hace que cualquier política que nos separe, sea un muro o cualquier otra acción, nos perjudicará a ambos países. Y, por si alguien quiere olvidarlo, el voto latino, con sus 13 millones de electores, podrá decidir al triunfador en la próxima contienda electoral en once estados de nuestro vecino del norte.

Requeriremos de nuestro embajador un discurso claro al respecto, y un esfuerzo inteligente, como lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria como demócrata y como ciudadano ejemplar, encuestador cuyos resultados no siempre lo dejaron bien parado con los poderosos en turno, para construir una frontera humana, acorde a nuestros intereses compartidos y a nuestro destino como comunidad.

Para ello, el Dr. Miguel Basáñez, cuenta con el apoyo del Senado de la República, pues como embajador de los mexicanos, requerirá que no escatimemos nuestra cooperación y el aporte que nos corresponde, con un diálogo abierto y una crítica constructiva, transparente y abierta al escrutinio de la opinión pública, coadyuvando con una política exterior de Estado, que es la única que merece nuestro país.


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