El escándalo del director de Conagua por el uso indebido de un helicóptero es reflejo de la manera de ser de este gobierno. De un tiempo a la fecha resulta natural que miembros del gobierno y de la clase política se vean envueltos en casos de corrupción, abusos y conflictos de interés. La respuesta de la parte gubernamental ha sido el silencio que se convierte en un manto encubridor de la corrupción.
Quizá el gobierno crea que el costo público de los actos de corrupción los paga la clase política. Y hasta cierto punto tiene razón. El desfile de helicópteros que utilizaron el domingo en Michoacán los líderes perredistas es una muestra más de que es la clase política en su conjunto la que ha perdido el marco de referencia.
Ellos tampoco pagan el costo de esas aeronaves, lo hacen con recursos públicos. Cinco helicópteros en Zitácuaro para acompañar al perredista Silvano Aureoles, todo un espectáculo. Pero nuestra clase política piensa que nadie los ve, que como los califican de corruptos e inútiles ya no tienen mayor costo que pagar. Por eso, las fiestas panistas, las casas priistas, los helicópteros perredistas son el ejemplo de la descomposición.
Más allá del “todos son iguales”, hay una irritabilidad generalizada con el gobierno. Si creen que se queda en Twitter, se equivocan. El clima de opinión es una mezcla de molestia y brusquedad. Gente que no gusta de opinar sobre política se refiere a los personajes gubernamentales con leperadas. Para desgracia, la gente cree que no pasará nada con Korenfeld. Es la lección de la impunidad. Es tal la desconfianza que si Virgilio Andrade decide actuar contra “el hombre de la rodilla”, como ya pasó el tiempo, la gente dirá que algo encubren porque a estas fechas nadie va a creer que solamente usó el helicóptero en una ocasión. Que siga en su puesto para muchos es una afrenta. Y es que el gobierno ha decidido enfrentarse con los ciudadanos que se quejan, pues piensa que no tiene un problema de corrupción ni de conflicto de intereses ni nada por el estilo, creen que su problema se reduce a las de redes sociales.
En apenas dos años, se comienza a delinear la imagen que quedará del peñismo: la de la corrupción y el abuso. Los gobiernos se definen en una imagen que incluso pasa por encima de su voluntad. Se compone de muchos factores: actos y actitudes, planes llevados a cabo, golpes de suerte, improvisación y estrategia; pero también se compone de rumores y percepciones, omisiones y excesos. A la mejor están conformes de quedarse con esa definición y por eso no ponen un hasta aquí ni al uso de los relojes.
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