La tormenta de la corrupción

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México vive la intensa turbulencia del ocaso de un sexenio opaco, desaseado, obscuro, donde regresaron las malas viejas prácticas que creíamos haber superado. Con el impulso y la presión social de la sociedad, se habían impulsado cambios para forzar a los anteriores gobiernos a transparentar el uso de los recursos públicos, rendir cuentas, declarar sus bienes y crear el sistema nacional anti corrupción. Ahora, la agenda del presidente y de la cuarta transformación es destruir al ITEI, desaparecer el Sistema Nacional Anti corrupción, quitarles los dientes a los organismos autónomos de fiscalización y regresar al pasado, cuando los diputados fiscalizaban al presidente, lo cual, por ineficiente e inservible se dejó de hacer.

El cierre del sexenio abruma al contador de cuentos matutinos. Se le acaba el tiempo y es hora del juicio severo y pesado de la historia, pero también, del de la ley. Maniobras, trampas y argucias, coludidos con el Congreso de la Unión intentan complicar el rastreo, la fiscalización, el combate a la corrupción (la de sexenios anteriores, no la hizo cuando pudo. La de su sexenio, implora que no se haga).

La corrupción gubernamental fluye libre, así como otros canceres que dañan los cimientos del país. La impunidad total que vivimos es agobiante. El gobierno de un solo hombre hace agua, hierve y pierde fuerza a pasos acelerados. La imagen pública y la reputación, que es la joya de la corona cuatroteísta, acabará por perder valor ante el peso de las evidencias, ante la revisión objetiva, ante la cruel realidad que deberá enfrentarse sin ideologías, sin manipulación de datos, sin propaganda.

Los sueños de trascendencia del mitómano de palacio están en crisis. Las promesas de campaña incumplidas, los pactos rotos, los abusos y los excesos propios, de su familia y de su gabinete, los engaños, las afrentas, los retos insanos y los ataques a los Estados Unidos y a otros países, su displicencia, su apatía por la ley y el estado de derecho, su egocentrismo y su fantasía de gozar de un blindaje a toda prueba, que cree que le defenderá de los saqueos, de los quebrantos patrimoniales a la nación, de la corrupción creciente y desbordada de su gobierno. Regalar dinero a los más pobres no evita que la ley se aplique.

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La última fase de su sexenio se convertirá en una tormenta con todos los presagios en contra. Las escobas del poder intentaran meter debajo de la alfombra toda la podredumbre, la suciedad que han causado, los daños a la vida institucional del país y el despacharse con la cuchara grande, formando una nueva clase económica, los nuevos ricos de la 4T, necesitarán protección, fuero y defensa jurídica profesional. Las traiciones de última hora, los que se bajan del barco, los que dejarán caer al presidente sin intentar sostenerlo, lo verán pasar y aplaudirán, serán muchos. Cada día el presidente tiene menos poder, más carga, más responsabilidad y más descontentos. El temor de los funcionarios de gobierno por pagar ellos los errores y la corrupción del gabinete hará que la administración pública federal convulsione.

A este gobierno le queda poco tiempo. Sus cuentas públicas lo perseguirán y lo alcanzarán. Ya no es un asunto de política o de gestión de gobierno. Ahora es un asunto de alquimistas, de magos, de limpiadores del escándalo. La impunidad es la meta de este gobierno. Bien lo dijo López Obrador ante la evidencia de la corrupción del secretario de la defensa nacional, pensando en sí mismo… ¿Y qué?


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