Aquello de que en México todo sucede de arriba hacia abajo, o que es desde la federación donde se deciden un sin fin de asuntos, quedó en entredicho después del reciente proceso electoral.
No sólo han sido una de las elecciones intermedias más competidas de nuestra historia moderna, sino también nos han dejado lecciones que más vale aprender rápido y bien. Todo ello no obstante las campañas sucias que en distintos territorios superaron con creces las propuestas.
Todo lo que siempre se ha dado por hecho fue rechazado por la realidad. Frente a un sistema que se adjetiva federalista y que sigue siendo centralista en actitudes, decisiones y estrategias cayó por la borda. Frente a partidos políticos que se comportan con enorme poder central despreciando, ignorando o minimizando el sentir local, hubo una rebelión que llegó para quedarse y que apenas inicia.
En algunos estados los ciudadanos castigaron lo que consideraron malos gobiernos; en otros casos castigaron a los partidos tradicionales que disputaban históricamente los triunfos electorales; y, en otros más , dieron su confianza a candidaturas independientes. En todo caso, hubo resultados inesperados en muchos de los distritos, municipios y estados como producto de una ciudadanía que resolvió vencer la pasividad y hablar frente a las urnas.
Tuve la oportunidad de visitar los nueve estados en los que se llevaron a cabo elecciones para gobernador. Cada uno se cuece aparte, aunque es justo reconocer el hartazgo como coincidencia más allá del partido gobernante.
En las horas que acompañé a algunos de los candidatos en contienda, en diversos municipios y entidades se respiraban vientos de alternancia que eran imposibles de ocultar. Era claro que en esta elección ya nada era lo mismo y las predicciones de que tendrían una elección relativamente tranquila y casi resuelta de antemano se fueron por la borda.
Lo sucedido en Nuevo León ha ocupado importantes espacios en medios nacionales y extranjeros y es muestra poderosa de la rebelión de amplios sectores de la población. Muy pocas encuestas advirtieron la magnitud del triunfo del candidato independiente y el día de la elección muchos de los actores políticos de aquella entidad y también del país, no podían dar crédito a lo que estaba sucediendo.
Casos como Morelia son también significativos: un candidato joven de trayectoria limpia y profesional logró una gran victoria y derrotó la burocracia partidista que impedía sus aspiraciones. Los triunfos de algunos se explican como consecuencia de abandonar a sus partidos y en las derrotas de otros las divisiones de los suyos fueron determinantes.
Algunas de las candidaturas más castigadas fueron aquellas que se impusieron desde el poder central de los partidos. En otras, aun teniendo buenos candidatos, los electores optaron por una alternativa como castigo a partidos y gobiernos que los tenía francamente hartos e insatisfechos. Lo cierto es que no sólo cambió el mapa y los colores en un buen número de entidades: lo que cambió es mucho más profundo e importante.
Nada será igual
Después de estas elecciones anticipo que ya nada será igual, porque el hartazgo trastocó un modo de operar que en muchos casos, incluso por décadas, había sido exitoso para diversas fuerzas políticas.
La rebelión local obliga a replantear actitudes, modos de operar y trabajar. Obliga a reconocer que las vías tradicionales de imposiciones de los partidos, que los errores en el ejercicio de gobierno, se pagan muy caro y amplios grupos de mexicanos ya no los dejarán pasar.
La rebelión local obliga a quienes ganaron a reconocer que miles de votantes no los acompañaron en las urnas y por tanto deben sumar, incluir, cambiar de fondo usos, costumbres, compadrazgos, corrupción e impunidad.
La rebelión local no terminará en las urnas, porque estas elecciones demostraron que lo que sucede en lo local, sucederá para la vida del resto del país, para la federación y no al revés. Este fue sólo el comienzo.
Esta rebelión puede ser una de las mejores noticias si es atendida en el sentido más amplio, o puede significar también el inicio de mayores conflictos, contradicciones e iniquidad.
También tuvimos estados en donde la rebelión local sigue pendiente, e incluso malos y abusivos gobiernos terminaron con carro completo a su favor.
Me quedo con la oportunidad y esperanza de que esta rebelión está en el corazón de una joven democracia que hoy sacude al statu quo, sacude a lo de siempre, a las instituciones anquilosadas y distantes de los ciudadanos.
El hartazgo no sólo eligió colores y partidos u opciones distintas, sino también mandó un claro mensaje de que lo local pesa y también manda.
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