La delgada línea entre compartir información y hacerse publicidad

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La nueva ola de comunicación digital nos enseñó que “si no publicas todo lo que haces, es como si no lo hubieras hecho” por eso nuestros representantes populares nos saturan con mensajes en redes sociales desde que amanece hasta que nos vamos a dormir. De esa manera nos enteramos de que ya se levantaron y nos desean a todos “un hermoso día” ya sea con frases motivacionales o bonitas fotos de paisajes naturales. Los hay también religiosos que comparten una parábola de La Biblia acompañada de la bonita foto de como nosotros imaginamos que luce Jesucristo.

Antes de medio día ya nos enteramos que nuestros representantes están trabajando, con una foto en su oficina o entregando sillas de ruedas; el caso es informarnos de que no están jugando candy crush en horas laborales. A la hora de la comida tenemos varios tipos de políticos, desde los que comparten una foto de donde, con quien y hasta que están comiendo, pensando que nosotros andábamos con pendiente, hasta los dramáticos que dicen que “no han comido porque siguen atendiendo ciudadanos”.

Antes de dormir, ya me enteré que mi representante sigue trabajando “hasta altas horas de la noche” o que “entrega su vida al servicio de la patria” y no sé cuantas frases más. Todo lo anterior claro, en días laborales porque el sábado los veo repartiendo cobijas, sillas de ruedas, balones de futbol, incluso escobas y el domingo me chuto incluso los mejores pasajes del evangelio porque citaron íntegramente lo que dijo el sacerdote en misa. Y así todos los días, todas las semanas.

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Por lo que me he puesto a reflexionar si esta ola incontenible de información es útil o no para que los ciudadanos decidamos votar nuevamente por ellos o no. Como es de conocimiento popular, la reforma político-electoral permite la reelección, a esto se debe mi querido lector, que Usted y yo estemos siendo bombardeados todo el santo día con las labores de nuestros representantes. Saben que siempre se está en campaña y que no se debe desaprovechar ni una oportunidad para hacer publicidad.

Y lo anterior no es malo, por supuesto que no, el político tiene todo el derecho de difundir sus actividades como cualquier otro ciudadano. Lo que está realmente a discusión es la capacidad del representante popular para compartir no sólo información sino también conocimiento sin agobiarnos. Me explico:

¿De qué le sirve al ciudadano enterarse de lo que desayuna el político o con quien? (todos conocemos al típico representante que no ha terminado ni de digerir los alimentos y ya se tomó una selfie con sus acompañantes).

¿De qué le sirve al ciudadano enterarse si el representante llega a trabajar a las 7:00 am y sale hasta las 23:00? La eficiencia y eficacia no necesitan horas extra.

Lo que el ciudadano necesita tener, es la información que directamente afecta a su vida diaria. Si son Diputados o Senadores los hemos electo para que legislen, no para que regalen flores el día de la madre. Necesitan concentrar su atención en marcos jurídicos que protejan la vida de mujeres y hombres por igual y no aprovechar las fechas para salir en la foto. (No digo que dejen de hacerlo, propongo que prioricen los temas de su agenda).

Si han sido electos como Regidores, Síndicos, Alcaldes, su responsabilidad es gestionar y administrar recursos públicos que mejoren la calidad de vida de sus representados, no han sido electos para que me saturen con imágenes de ositos cariñositos deseándome un buen día (todos conocemos un político así, no lo niegue).

Ahora bien, existe una delgada línea entre mantener informado al ciudadano y saturarlo con publicidad para tratar de persuadirlo al voto. La culpa NO es sólo del político, es también del ciudadano que le aplaude sus publicaciones y con esta actitud incentiva a que el político en cuestión siga publicando “pan y circo” información de forma, pero vacía de fondo. Por ejemplo:

El representante popular sube una foto de su desayuno: huevo con chilaquiles, y lo acompaña de una frase como “Estoy desayunando unos ricos y deliciosos chilaquiles en compañía de grandes amigos” y cuando yo voy con toda la intención de escribir “me tiene mucho sin cuidado” me topo con respuestas de tipo. “Felicidades _____(ponga aquí el nombre del político que tenga Usted en mente)____ se ven deliciosos” o “mmmm ¡que rico! pida unos para mí” (como si realmente el representante fuera a pedirlos para llevar hasta la casa del ciudadano) obvio, respuestas de este tipo, incentivan a que el representante popular publique basura en redes sociales. (¿Lo pensé o lo escribí?).

En resumen, tenemos que ser mejores ciudadanos para exigir tener mejores políticos. No necesito saturar mi cabeza de información que no me da conocimiento, sino saber qué hacen mis representantes sin necesidad de saber toda su vida, porque si ellos se abren totalmente al escrutinio público luego entonces se exponen a la sátira, la burla, el “tren del mame” porque dieron información de más a la opinión pública que esperaba recibir mas bien conocimiento y ellos mismos traspasaron la delgada línea de lo público y lo privado.

Es cierto, que nos gusta tener políticos humanos, sencillos, generosos, comunes y corrientes que igual van al mercado que a dejar a sus hijos a la escuela, como cualquier persona, pero para que su discurso sea congruente, necesita vivirse en carne propia todos los días. Si yo veo a un representante que desde siempre ha sido deportista y hombre sin vicios, está por demás que tenga que saturarme todos los días con fotos en el gimnasio (bueno, depende, si está guapo y marcado puedo hacer una excepción) pero si yo sé que el representante ha llevado toda una vida de excesos, de lujos, etc., me ofende que en redes sociales me lo quieran vender como un individuo probo de hábitos intachables, cuando lo que conozco de él o ella, no coincide.

La mejor manera de comunicar es el actuar diario, las redes sociales son sólo una herramienta de eco de lo que hacemos todos los días, porque la congruencia entre el decir y el hacer, los hábitos, el actuar diario, eso, mis queridos amigos, se grita todos los días sin necesidad de abrir la boca.


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