La CFE quiere ser ecológica

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Sin mediar una “mañanera”, estudio alguno, declaración de la oposición o de la comunidad científica, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se permitió una leve digresión al discurso oficial sobre el no uso de tecnologías modernas. En su Plan de Negocios 2022-2026 establece que la empresa estatal va a invertir de inmediato en una planta de generación fotovoltaica en Sonora. Una inversión multianual que va a convertir energía solar en eléctrica a una fracción del costo con el que producen las plantas termoeléctricas de esa paraestatal.

Después de desestimar la importancia de la generación ecológica por el hecho de provenir de inversiones de particulares, finalmente vienen a darle la razón de su conveniencia. Después de desdeñar los argumentos esgrimidos por la comunidad científica, por ingenieros eléctricos y por los ecologistas, rectifican parcialmente sin conceder el error de fondo.

Ciertamente no llegaron al extremo de proponer la instalación de un generador eólico porque seguramente alguien (ysq) hubiera montado en cólera ya que por muchas razones los aborrece. Ya desde la campaña política del 2018 le molestaron “los ventiladores” en la Rumorosa como si esos generadores perturbaran la vista de esa árida región. Hemos sido testigos los tres últimos años de su aversión a este tipo de generación eléctrica limpia, en especial si están relacionados con Irberdrola.

¿En realidad la CFE está volviéndose una empresa ecológica? Aún es temprano para decirlo pues sigue utilizando todos los días miles de toneladas de combustibles fósiles (gas, diésel, combustóleo y carbón) que ensucian la atmósfera que respiran millones de mexicanos. Sin importar los compromisos adquiridos para reducir emisiones y amortiguar los efectos del cambio climático, ésta empresa aún no puede considerarse que tiene interés en cuidar el Medio Ambiente.

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Más que preocuparse por la ecología, la paraestatal está afectada por los costos de generación. Mientras seguía el orden de despacho comenzando a emplear los de menor costo, y luego las de más caras, sus finanzas estaban en bonanza pues el costo promedio le permitiría mantener tarifas al consumidor al tiempo que tenía utilidades.

Pero con la llegada de la nueva administración a fines de 2018 todo cambió. Se privilegió la ideología sobre la eficiencia. No les importó volver a usar las obsoletas plantas termoeléctricas que tenían en promedio casi 50 años de edad porque su operación es carísima (y contaminante) con tal de usar primero los “fierros” propiedad del Estado. Si a este hecho se le añade la obligación de consumir todo el combustóleo que no pudiera PEMEX vender a terceros, se genera la receta antiecológica perfecta.

El combustóleo es un sub producto de la refinación del petróleo, y quizá el menos deseado, porque sólo puede ser usado al quemarse. Por años se usó para mover locomotoras a vapor, así como barcos. Ahora las locomotoras tienen motor diésel y se ha prohibido su uso en barcos por la Organización Marítima Internacional por lo que a PEMEX sólo le quedan como usuarios los barcos nacionales de cabotaje y lo que la CFE consuma.

Como la eficiencia calórica del combustóleo es baja, emplearlo para producir electricidad es muy caro, por lo que la paraestatal requiere compensar este alto costo con el de plantas modernas de bajo costo. Como la fijación ideológica no los deja volver a la fórmula de los sexenios anteriores, ahora la CFE producirá electricidad a partir de campos de celdas solares… que casualmente son ecológicas sin tener que ceder expresamente en ideología.

¿Le alcanzarán los recursos al gobierno para hacer de la CFE una empresa ecológica? ¿Tendrá que sacrificar en algo sus megaproyectos?


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