La bajeza

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La bajeza es una de las actividades cotidianas de la política. Se da por muchas razones, una de ellas por el nivel de quienes la ejercen. Mientras más zafio el individuo más amplio el abanico de las bajezas.

En días pasados presenciamos en el Senado un torneo de bajeza protagonizado por dos chihuahuenses, el senador Javier Corral y el gobernador César Duarte. “Corrupto”, “delincuente” fue lo menos que expresaba Corral sobre el gobernador. Uno puede imaginar que el panista lleve por lo menos una década soltándole adjetivos a su paisano priista. Harto, Duarte optó por una de las más socorridas formas de ruindad: meterse con la familia.

Incapaz de contestar con un historial limpio, el gobernador hizo público que los hermanos del senador han estado presos por narcotráfico y fraude. Un golpe duro. Es inadmisible que un gobernador se comporte así. Poco se puede esperar de un hombre de poder que decide mostrarlo de esa manera. Los chihuahuenses deben estar temerosos de que su gobernante cargue con los expedientes penales de todos para echar en cara el comportamiento ajeno y que nadie le cuestione nada.

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El senador Corral es un político de talento innegable, de inteligencia rápida y filosa que tiene tintes de cruzado. Enamorado de sí mismo, le gusta escucharse, se aplaude solito, no tiene más horizonte que el espejo que pule con vieja retórica, con gestos añejos que se pueden ver en películas de espadachines justicieros. Pocos escapan a su pensamiento mordaz, a su lengua viperina, a su concepción retorcida de la vida, a su alma envenenada. Presto siempre a la traición alegando motivos de pureza, desconoce el sentido y la dimensión de la palabra afecto. Pero él no es responsable de lo que hagan o dejen de hacer sus hermanos. Tratar de imputarle a una persona las conductas u opiniones de sus familiares es absolutamente injusto, pues anula la individualidad.

Lo normal es encontrar alrededor del puro un banco de pus. Que el senador Corral dedique una buena parte de su talento a insultar a los demás, a tachar de corruptos y nefastos a quienes no coinciden con él, no lo hace acreedor a que se le conteste con otra bajeza. Pero él tampoco tiene derecho a ver en los demás las conductas de sus hermanos. Hay cosas que se solucionan en el diván, no en la política.


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