Inversión y empleo

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Por: Alejandro Díaz

Repetitivamente el inquilino de Palacio ha externado su desprecio por los inversionistas privados, y más si son extranjeros. Durante buen número de ‘mañaneras’ los ha tenido en la mira y los ha hecho objetivo de su ironía. No deja de insistir en su preferencia por la inversión estatal aunque no la promueva dentro del país. A pesar de las ventajas que tiene el contar con buenas vías de comunicación no hemos sabido del inicio de nuevos caminos o carreteras, de astutas soluciones viales o de hospitales, no hay. Cuando más sabemos de que el gobierno federal apoyó la Línea 3 en Guadalajara y que seguirán construyendo el tren México-Toluca (aunque lo hagan a paso de tortuga como para terminarlo a fin del sexenio).

Pero lo que nos enteramos de inversiones estatales palidece ante lo que demanda el país. Ciertamente la pandemia afectó gravemente el empleo y la economía de muchas familias, pero ya desde 2019 sufrió el empleo con la falta de impulso gubernamental. Nos recordó la ‘atonía’ de la docena trágica (1970-82). Como en aquél caso, propiciada porque el gobierno detuvo erogaciones que realizaba. Por la forma cerrada de aquellos regímenes no se sabe bien de las causas y razones de hace medio siglo, pero en estos tiempos sabemos que la principal razón aducida es el combate a la corrupción. Se redujeron presupuestos y se ahorró todo lo posible, se restringieron gastos e inversiones de toda índole para tener dinero para los programas sociales y para los proyectos ‘especiales’.

A esta reducción del gasto y de la inversión gubernamental se le añadió una buena dosis de inhibición de la inversión privada por la incertidumbre causada por las políticas erráticas del sexenio. Se tradujo en una menor oferta de empleos e incluso la disminución de muchos existentes. Si el gobierno federal hubiera dedicado recursos a actividades productivas de resultado inmediato, no habría faltado empleo a miles de connacionales que han tenido que reducir su nivel de vida.

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Pero la semana pasada sorpresivamente vimos el anuncio de la Secretaria de Economía de que la inversión extranjera directa había aumentado el 14% en el primer trimestre de este año. Por supuesto fue motivo de gozo presidencial y publicado en primera plana del viernes pasado por La Jornada, que parece el diario oficial del régimen, pero es un dato trucado.

A diferencia de lo que la mayoría de los medios de comunicación mencionan, que son las cifras del Banco de México (“La Inversión Extranjera Directa (IED) del primer trimestre de 2021 fue de 11 mil 854 millones de dólares, cifra 29 por ciento inferior en términos nominales, es decir, sin descontar la inflación, a los 16 mil 751 millones de dólares del mismo periodo del año pasado”), las cifras de la Secretaría de Economía repetidas por el periódico mencionado (pagina 18) usan los números del Banco de México, pero manipulándolos.

Jugando con los conceptos intentan probar que la disminución del 29% es en realidad una cifra 14.8% superior a las del periodo similar de 2020. Más allá de esa manipulación de cifras, se atreven a afirmar que es el mayor monto para el mismo periodo desde 1999, año en el que se inician los registros, de acuerdo con cifras preliminares divulgadas ayer por la Secretaría de Economía.

Lo que omiten decir tanto la Secretaría de Economía como La Jornada es el número de empleos creados o a crear, cifra que debiera ser siempre el objetivo de toda política pública en inversiones, sean públicas o privadas.

Una inversión extranjera directa en empresas mexicanas existentes no aporta un sólo empleo adicional al país. Ahí está el ejemplo de las grandes cerveceras.

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