Inteligencia, emotividad y poder de Andrés Manuel

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Empecemos por el concepto de inteligencia. Hay muchos intentos de definirla y también confusiones con otras cualidades, como es la memoria. Me parece correcta ésta del diccionario de Oxford: Inteligencia: “1.- Facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad”. Adicionada por esta más amplia: Incluye la capacidad de resolver problemas, planear, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia. No se identifica con conocimientos específicos ni con habilidades específicas, sino que se trata de habilidad cognitiva general, de la cual forman parte las capacidades específicas.

Pero la inteligencia puede ser de diferentes capacidades, así que se han hecho varios intentos de clasificar tipos de inteligencia, hablando de “inteligencias múltiples”. De acuerdo con la teoría de las inteligencias múltiples, podemos diferenciar entre inteligencia lingüístico-verbal, inteligencia lógica-matemática, inteligencia espacial, inteligencia corporal cinestésica, inteligencia musical, inteligencia interpersonal, inteligencia intrapersonal e inteligencia naturalista. Ser inteligente no es un concepto genérico, sino específico, de acuerdo a las diversas habilidades mentales de cada quien.

Pero hay un hecho muy conocido que es la actitud, reflexiones y decisiones y acciones de las personas que no dependen de su inteligencia como capacidad de elaborar criterios. Es la emotividad. Las personas se dejan llevar más por sus emociones que por su cabeza pensante. Las vísceras le ganan al cerebro.

Esto me lleva a hacer unas reflexiones sobre la inteligencia del presidente de México, López Obrador y de sus consecuencias. Hay diversas opiniones, unas personas que dicen que es muy tonto, nada inteligencia, mientras que otros dicen que de tonto no tiene nada. Otras personas le reconocen inteligencia o capacidad para ciertas cosas pero no para otras.

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¿Qué habilidad particular tiene Andrés Manuel, que pudiéramos considerar como una forma de inteligencia? Es su gran capacidad para manipular a la gente, lo que lo ha llevado desde un liderazgo político en Tabasco, hasta la presidencia de la república. Populismo clásico. Pero fuera de eso, no veo nada más. Comete demasiados errores, toma decisiones absurdas, no da muestra alguna de ser analítico.

En su capacidad de manipular personas, le resultan útiles sus políticas de apoyos sociales: regalar dinero por aquí y por allá, a quien lo necesite o no lo requiera. Pero eso se vuelve, y ya sucedió, un barril sin fondo. El dinero termina por no alcanzar para regalarlo, en vez de crear empleos.

Sus decisiones clave como son la cancelación del aeropuerto en Texcoco, por un enorme rencor, costó demasiado a las finanzas nacionales. La transformación del aeropuerto militar de Santa Lucía, en uno civil, es insostenible. La construcción de un tren a través de la selva maya, sin posibilidad de recuperación de la inversión y a un costo astronómico en dineros y en destrucción de la selva, es una verdadera locura. Y veamos a la refinería de Dos Bocas. Había invitado a las cuatro principales empresas del mundo especializadas en construcción de refinerías, y todas le dijeron lo mismo. El lugar no era adecuado y no se podía construir en el plazo solicitado y con el presupuesto ofrecido.

Sus decisiones en materia de salud pública han sido verdaderamente criminales, pues mucha gente ha sufrido o fallecido por falta de atención médica y medicamentos. Sus intentos de reducir costos centralizando la compra de medicinas «olvidó» el problema logístico de distribución y entrega a hospitales y centros de salud. Resultado: fatal, en estricto sentido.

Los apoyos incondicionales a personas que son abiertamente corruptas o incompetentes se confrontan con su rechazo a colaboradores que piensan lo que es mejor para México y lo contradicen, o se van por no aceptar sus decisiones, para que luego se burle de todos ellos. Se ha deshecho de sus buenos colaboradores porque no le siguen la corriente, cuando debería aprovecharlos para tener buenos resultados de gobierno.

Cuando debe reflexionar en público sobre diversos temas, no es capaz de hacerlo, se hace bolas, se confunde y luego termina a veces con su frasecita de “yo tengo otros datos”, que nunca muestra. Su récord académico en la UNAM, que es público, lo muestra como un estudiante muy limitado intelectualmente, con bajas notas, y muchas reprobadas y exámenes extraordinarios. Sus intenciones de convertirse en una figura política internacional han sido tan burdas que el resultado ha sido la burla en el extranjero. Quiere pasar a la historia como un gran estadista y logra lo contrario. En vez de congraciarse con los poderosos, los agrede de palabra.

Una decisión inteligente para quien ejerce el poder es unificar al pueblo que vota en torno suyo, ganarse simpatías o al menos reducir los rechazos, pero no, él se ha dedicado sistemáticamente a dividir a los mexicanos entre los que lo apoyan y el resto de la ciudadanía, denostándolos e insultándolos constantemente.

Y que decir de su apoyo clarísimo de la delincuencia organizada, a la que se niega a combatir, y la protege de las fuerzas del orden del país. Su política de “abrazos, no balazos” ha dejado que las mafias o cárteles controlen ya gran parte de México e impongan su voluntad y miles de homicidios y extorsiones.

Los casos a citar son innumerables, incluyendo las decisiones que ha tomado contra su propia gente. Podríamos pensar que el problema es que es su emotividad la que no lo deja pensar, y en mucho es verdad, pero no explica todos sus errores de juicio y decisiones de gobierno en cuestiones que no tienen realmente que ver con su sed insaciable de venganza contra sus antecesores en la presidencia.

Y no se trata de denostar a Andrés Manuel, sino de hacer referencias a su vida política, los hechos son los hechos, y se comprueban con los propios datos oficiales de su administración. Lo grave de todo esto, tanto por su demostrada falta de inteligencia, como de su costumbre de anteponer su emotividad tan llena de rencores, frustraciones e incompetencias, está dejando una gran suma de males a México, que será muy difícil corregir una vez que salga de la presidencia.


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