¿Dónde estamos los michoacanos?

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Reconozco que el título de la columna de López Dóriga me ha golpeado. “Michoacán: ¿dónde están todos? Ya nos habían cuestionado sobre dónde estábamos mientras esto sucedía, porqué lo permitimos…pero hoy… ¿dónde estamos?

Por supuesto que hoy con un sobre diagnóstico crónico, molesta que “comentaristas” externos se dediquen a pontificar y sostener teorías personales como verdad suprema, lo que parece en el caso de nuestro estado, ser el tema o escándalo de moda.

Por más análisis del tema no se entiende a cabalidad como es que llegamos al punto en que nos encontramos. Nuestro estado se descompuso ante nosotros…claro que se distinguen en el camino algunos sucesos que se erigían en pistas…pero la dimensión del deterioro no era clara, sabíamos que algo no estaba bien. Era un hecho –como hoy podemos constatarlo- que la descomposición empezó hace mucho tiempo. Y esa ha sido la constante. Nos cimbramos ante noticias y escándalos, pero pasan… toleramos, nos acostumbramos, permitimos…desde las pequeñas corrupciones hasta la atroz normalidad de cuerpos descuartizados. Nuestra capacidad de asombro y de reacción se ha empobrecido, nuestros horizontes vitales se han estrechado. Las zonas de confort se institucionalizaron. Declinamos el mando por comodidad o porque el dolor, el sufrimiento o la necesidad no nos tocaban directamente. Ese ser y estar en una realidad que a veces incomoda, que molesta, pero que no afianza, no compromete…que siendo la nuestra nos era ajena. Así Mamá Rosa, los conflictos por temas religiosos…Cherán…el narcotráfico, la corrupción sistémica, el enanismo político, las causas normalistas, la situación sindical…las autodefensas…Sabíamos de su existencia pero no nos interpelaba hasta que nos afectaba personalmente. No a nivel de sociedad o de grupo.

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Hoy, los michoacanos no desconocemos la gravedad de nuestra situación, pero, al mismo tiempo pareciera que nos acostumbramos y nos adaptamos a las más ilógicas y bizarras situaciones. Nos han faltado y nos faltan testimonios vivos para animarnos a luchar -con el mismo ahínco y bravía que nos caracteriza- en conseguir el Michoacán que todos deseamos. Eso es lo que menos entiendo. Sí hoy estamos así ¿porque no decidirnos a cambiar definitivamente?…

De nada o poco sirve voltear la vista atrás con la intención de comprender en qué momento se quebró esto…hoy hemos tocado fondo y debemos tener la valentía para encarar el esfuerzo que impondrá la reconstrucción de Michoacán. Mirar siempre adelante, hacia el hoy y el mañana que es lo único que tenemos y sobre lo que podemos influir. Pero intentándolo…sin miedo, temor o medianías. No podemos seguir administrando la mediocridad, el sinsentido o la desfachatez.

De igual manera debemos tener la capacidad, visión, el coraje…vamos… la estatura suficiente de animarnos a tomar medidas drásticas, si no es ahora, ¿cuándo? Falta transmitir esa pasión y urgencia a todos, no solo por hacer, sino por intentar poner las bases de lo que queremos. Quitarnos las ataduras y vencer los fantasmas de los paradigmas que por dejadez hemos adoptado, o de los prejuicios que hoy, muchos quieren endilgarnos.

La dignidad y fortaleza de este pueblo no puede estar en entredicho…la historia lo atestigua. Y ante los retos vitales como este, debemos crecernos. Todos debemos entender que hoy Michoacán nos urge a tomar medidas de fondo, que no podemos esperar el tiempo de las condiciones ideales…es lo que hay con los que hay. ¿Qué no nos gustan?, pues cambiémoslas…pero entendamos que ese cambio nos implica personalmente. Nadie lo hará si nosotros no tomamos la responsabilidad y peso de nuestras propias decisiones y de las de nuestras instituciones…en pocas palabras las riendas de nuestro propio destino.

Sí, como lo dice el periodista…Michoacán no es un estado fallido, pero sí un “estado perdido”…adormilado y aturdido, por omisión o culpablemente…que hace tiempo perdió el rumbo, pero que hoy podemos y debemos rescatar.

Reconozcamos al mismo tiempo que hay gravísimas condiciones cuya solución no depende de nosotros, pero sobre las cuales es necesario y urgente animarse a dar testimonio personal positivo para contrarrestar de alguna manera sus efectos.

López Dóriga se equivoca…quizá su apreciación final, por cierto lejana y parcial en cuanto al alcance de la visión de este estado, le lleva a señalar que “no se le ve una solución”. Flaco favor hace al plantear una visión pesimista y desoladora…cuando la realidad de Michoacán requiere salidas y opciones, no más golpes y escándalos mediáticos.

¡Y sí, aquí estamos los michoacanos terminándonos de convencer de un apasionante proyecto que no solo tiene solución, sino que en su éxito se nos va la vida!


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