Hombres del Presidente

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Lo que dicen y hacen es relevante porque nos muestran una parte de lo que sucede alrededor del primer mandatario.

Hemos constatado en las últimas semanas algunas acciones y palabras de los hombres del Presidente. Lo que dicen y hacen es relevante porque nos muestran una parte de lo que sucede alrededor del primer mandatario. Nos hablan un poco de la maneras en el entorno presidencial y, en ocasiones, hasta de la tónica y el ambiente en ese lugar.

Los dichos de los personeros presidenciales también son reveladores de lo que se piensa de determinado tema. La forma en que estructuran sus frases, en que se desenvuelven en una entrevista muestra si se prepararon para ésta o para dar un mensaje específico. Veamos tres personajes cercanos al Presidente y algunas de sus declaraciones.

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El vocero presidencial, Eduardo Sánchez, es un hombre preparado, con amplia experiencia como abogado y que gusta de leer. Don Eduardo está en donde deben estar los voceros: en medio del huracán. Durante semanas ha sido la cara y la voz del desastre. Su desenvolvimiento nos ha permitido percatarnos de que le da prioridad a salir a profundizar la confusión, a enturbiar lo que estaba claro y a decirnos que el Presidente trabaja muchísimo y está muy preocupado.

Uno puede imaginar las expresiones del primer círculo gubernamental cuando Sánchez sale a dar una entrevista: manos en la cara, movimientos de negación con la cabeza, manos que se pasan repetidamente por la cabellera; labios que se mueven rápidamente murmurando improperios. Es posible que la única persona que esté feliz con el desempeño de Sánchez, sea la mismísima Aristegui pues cada vez que le da un espacio para alguna aclaración, le da una nota más que dura por lo menos toda la semana.

César Camacho, que se sepa, no es lo que se denomina un hombre de luces. Es mexiquense y fue gobernador como el Presidente. Es presidente del PRI. Trae la retórica priista en la piel. Personifica de maravilla ese deseo del político por no decir nada. Una muestra: Cuando ha ocurrido lo de Iguala, muchos nos preguntamos ¿cómo es que llegamos hasta aquí?, ¿cómo es que se llegó a cabo esta especie de pasión moral de la sociedad mexicana?, y respondiéndonos con la actitud que el tema obliga, la siguiente pregunta es: ¿cómo le hacemos para evitar que haya más Igualas? La criminalidad se tiene que evitar sustituyendo una actitud de antisocialidad con fraternidad y solidaridad. Es la oportunidad, entonces, de que las dotes naturales de la sociedad sean capaces de hacer cosas sobrenaturales, en un tiempo especialmente aciago y retador (Reforma, 07/12/14). Si alguien entendió que levante la mano.

Finalmente está Aurelio Nuño. Según se puede uno enterar, se trata de un académico completo. Un hombre joven, con ideas modernas y claridad en la expresión. Nuño tuvo que salir la semana pasada a dar entrevistas para tratar de tapar los huecos de la comunicación que no funciona. En una entrevista con El País, dijo varias cosas relevantes. Una vez que reconoció que en materia de seguridad no vieron “la dimensión del problema ni la prioridad que debería haber tenido” (sinceridad que se debe agradecer), dijo: “No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”. Esto es lo que se conoce, precisamente, como bravuconada. ¿Quién pide “sangre en la plaza”? Es claro que los que dan “espectáculo” están de lado del gobierno. ¿Qué “articulistas” piden que se les sacie el gusto? Resulta curioso porque el gobierno parecía muy saciado hace unos meses con muchos articulistas.

Un breve recuento de algunos hombres del Presidente. Por sus palabras los conoceréis.


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