Hasta que la muerte nos separe

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Por supuesto que estoy hablando de nuestro teléfono celular. De acuerdo a Consulta Mitofsky en nuestro país tres de cada cuatro usuarios de celular dicen que duermen con él en la mano, casi siete de cada diez lo lleva al cine, un 48 por ciento lo lleva al baño, ocho por ciento reconoció que revisa los mensajes de su celular al menos cada diez  minutos, y de acuerdo a la Cofetel 85 por ciento de los mexicanos tiene un dispositivo móvil.

Por supuesto creo en el poder y el valor de la tecnología, su efecto sobre productividad es evidente y extraordinario. Pero eso no debe llevarnos a confundir, trabajo con educación. Cuando observo las nuevas maneras de entretener a los niños enchufándolos a un dispositivo móvil; cuando en las reuniones de familia el protagonista ya no es quien tenemos frente sino el celular que tenemos cerca; cuando escuchar el timbre del teléfono con una llamada nos sorprende, porque lo de ahora son los mensajes y ya no las voces; saber que la causa más importante de accidentes viales es por el uso del celular, cuando quien conduce se siente tan hábil como para mandar mensajes o hablar al mismo tiempo; cuando los niveles de angustia crecen a rangos insospechados por la pérdida de nuestro teléfono, así sea unos segundos, y ya ni hablar del irreparable dolor y estrés si lo olvidamos en casa o si la pila está a punto de agotarse. Es claro entonces que padecemos de nuevas adicciones y formas de esclavitud, pero también de nuevos desafíos en materia de productividad.

¿Cuánto de nuestro tiempo y de nuestra calidad de vida se desperdicia con este abuso?

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El 70 por ciento de los mexicanos con un dispositivo móvil realizan actividades de entretenimiento, y quienes tienen acceso a internet pasan en promedio tres horas navegando durante el día. Cada 11 minutos, demuestra Gloria Mark, experta informática, somos interrumpidos por teléfono, correo, información o colegas.

Algunas investigaciones reportan que el juego llamado candy crush, actualmente tiene más de 150 millones de usuarios mensuales en el mundo y de ellos cerca de 54 millones juegan a diario.

En nuestra calidad de vida los daños no son menores. Los mensajes se revisan de día, pero hay quienes lo hacen también de noche. De acuerdo al informe de Fundación Telefónica 2015, 87 por ciento de los españoles no se separa nunca de su móvil y lo consulta hasta 150 veces al día. La autoestima se pone en riesgo cuando comprobamos que nuestro emisario ha leído el mensaje que le enviamos y no obtenemos su inmediata respuesta, peor aún si los mensajes compartidos no reciben un “me gusta” o nadie más los retuitea.

De acuerdo a cifras de la Cruz Roja Mexicana, escribir un mensaje de texto mientras se maneja un automóvil se convirtió en 2014 en la principal causa de accidentes viales, incluso más que conducir en estado de ebriedad.

En las juntas de trabajo hay una permanente tensión entre escuchar lo que ahí se dice y a la vez atender los reclamos del celular; en las conversaciones cotidianas suele haber este invitado a quien sumisamente atendemos sin importar dejar con la palabra en la boca a nuestro interlocutor y un sin fin de símbolos han sustituido el uso del lenguaje.

Al escribir estas líneas pregunté a algunas personas si les generaría más angustia perder su celular que tener un conflicto con sus parejas, y la mayoría respondió que por supuesto lo del celular sería más grave.

Si no aprendemos a manejar este pequeño objeto poderoso para facilitarnos la vida, para ayudarnos a estar más cerca, ser más productivos y tener un mundo de información en nuestras manos con respuestas inmediatas, terminaremos por convertirlo en nuestro dictador y tendremos en nuestras manos ese objeto que nos enajena, nos separa, nos aleja de los cercanos, nos atrapa cada instante y también nos mantiene con la cabeza baja y nos impide levantar la mirada para ver a los otros y ver también la realidad que nos rodea y no sólo esa que hemos construido y creemos dominar de día y de noche.

Hay propósitos que exigen de velocidad en las respuestas, pero hay muchos otros que requieren de paciencia, disciplina, un gran esfuerzo y dedicación. El abuso del celular tendrá que considerarse si queremos mayor productividad y, a la vez, recuperar pedazos de vida y de humanidad.

Por lo pronto, revise si su celular sigue en sus manos.


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