Hacia una política a favor del refugio y la migración

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La ONU ha decidido dedicar su debate general a los grandes movimientos de refugiados y migrantes, en un intento multilateral por atenuar las tensiones nacionales tendientes a endurecer las políticas hacia personas que, por diversas circunstancias de orden económico, ideológico o político, se ven obligadas a desplazarse a territorios distintos a los de su origen.

El diálogo internacional no puede llegar en mejor momento, dadas las corrientes extremistas que pretenden asociar con buena dosis de dolo e ignorancia, fenómenos de refugio y migración con el terrorismo y el crimen.

En el marco del septuagésimo primer periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General de la ONU, esta semana en la ciudad de Nueva York, los liderazgos políticos del mundo explorarán alternativas a los desafíos globales relacionados con el refugio, como son el financiamiento para el debido recibimiento de personas, su incorporación a la sociedad, así como también el hacer efectivos sus derechos a la educación y el empleo. Un reto nada fácil cuando el entorno internacional muestra economías con débiles desempeños, sociedades escépticas de sus sistemas políticos y retos serios en el acceso a las oportunidades generadoras de bienestar personal.

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La Asamblea General parece comenzar con el pie derecho. Los 193 países miembros de la ONU aprobaron por consenso la Declaración de Nueva York sobre refugiados y migrantes, con la cual se ratifica el interés multilateral con la protección de los derechos humanos de ese grupo de personas, más allá de su situación legal. En ella, las naciones condenan el racismo, la discriminación, la xenofobia y los estereotipos promovidos en contra de las personas desplazadas. De tener aplicación efectiva, las puertas de la educación y el empleo se abrirían en mayor medida para miles de personas que hoy viven en la incertidumbre en países ajenos, ante regulaciones que los obligan a vivir alejadas del sistema institucional con el fin de evitar el abuso o la deportación, y por lo tanto más expuestas a las redes del crimen y la trata de personas.

Con la Declaración de Nueva York adoptada, ahora el principal reto de los jefes de Estado y de gobierno, especialmente de las principales potencias mundiales, será movilizar amplios sectores de la opinión pública de sus respectivos países en favor del refugiado y el migrante. El respaldo popular mayoritario es clave en al menos tres frentes. Primero, es una condición esencial para los mandatarios respecto de su responsabilidad en el diseño de políticas públicas sostenibles de largo plazo. Segundo, para garantizar apoyos legislativos que liberen recursos y aprueben regulaciones con criterios tanto humanitarios como de derechos humanos. Tercero, se promuevan los valores de la tolerancia y la diversidad en las sociedades que dan cobijo a personas que han sufrido violencia, opresión e injusticia.

Fenómenos políticos como el Brexit en Inglaterra, el xenófobo de ultraderecha “Alternativa para Alemania” o el encabezado por Donald Trump en EU, son botones de muestra de la tracción electoral que pueden conseguir movimientos nacionalistas tendientes a la xenofobia y el aislacionismo vía el supuesto control autoritario de las fronteras y la persecución de minorías al interior del territorio. El futuro de la humanidad no puede estar secuestrado por liderazgos radicales. Esperemos que la cooperación internacional se fortalezca con la Declaración de Nueva York, y sea punto de partida a la extinción de estas posturas en la toma de decisiones públicas.


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