Gobierno sin moral

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En las últimas semanas, la Zona Metropolitana del Valle de México ha registrado algunas de sus más intensas lluvias, colapsando los sistemas hidráulicos de desagüe y, por desgracia, también cobrando vidas en el camino.

Hace algunos días fuimos testigos de escenas dramáticas del desbordamiento del río Tula, en Hidalgo, dejando un saldo de al menos 15 personas muertas, daños incalculables en el patrimonio de los habitantes de la zona y, por si fuera poco, el vigente temor de que esto vuelva a ocurrir.

El hecho no fue un fenómeno natural ni aislado, como apunta Dean Chahim en su artículo del Washington Post, del 20 de septiembre. Fue una consecuencia predecible del manejo político del sistema de drenaje del Valle de México, que privilegia las zonas céntricas —por lo general de mayor plusvalía— para perjudicar las zonas periféricas, con un contraste marginal.

Ingeniero civil de profesión, con doctorado en antropología, Chaim dedicó su investigación posdoctoral a la problemática del drenaje en el Valle de México. Él mismo pasó noches observando el Puesto de Mando del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX), observando cómo se decide qué zonas inundar, enfrentando un dilema moral contra el peso político.

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El desborde del río Tula, apunta, no fue por la capacidad rebasada de las presas Danxhó y Requena, sino por el torrente adicional que llegó para desahogar las aguas negras y lluvia del Estado de México y de la Ciudad de México, a través del Sistema de Drenaje Profundo, manejado por la Comisión Nacional del Agua y por el SACMEX.

La determinación de abrir las compuertas para dejar correr el flujo hacia el Valle del Mezquital, en Hidalgo; o en caso contrario, cerrarlas para dejar que el Valle de México se ahogue en sus propias aguas negras se dejó en manos de ingenieros, quienes enfrentaron un dilema ético, decidiendo si inundarían Hidalgo o la Ciudad de México, pero trabajando para un gobierno que no dudó ni un segundo en optar por inundar la primera.

La actual política del manejo hídrico en la Ciudad de México es la misma que la de hace 70 años. Claudia Sheinbaum, científica de formación y profesión, sigue resistiéndose a aplicar sus conocimientos en el manejo de la capital, prefiere seguir el camino de la política fácil y voltear a otro lado sin importarle el costo de las decisiones de su administración ni, mucho menos, las afectaciones a las poblaciones más vulnerables.

Supongo que esta conducta tampoco debería sorprendernos, aunque no por ello deje de ser reprobable y miserable. Pese a que la bandera de Morena es “primero los pobres”, lo único que han dejado claro es que son los principales afectados por sus políticas y el manejo discrecional que hacen del gobierno.

Así es como el manejo de las aguas negras y pluviales se reduce a un manejo político para decidir cuál zona será la afectada con tal de que la CDMX no pague las consecuencias. Y aun así, las calles de la capital siempre se inundan con cada lluvia “atípica”, como les llama el gobierno.

La ética y el buen gobernar se perdieron —aún más— con la llegada de Morena. No hay un cambio real, mucho menos una empatía con los más pobres y vulnerables; prueba de ello fue la decisión de desbordar el río Tula con tal de no inundar la Ciudad de México.

De resultar cierta la teoría de Chahim, aunado a la incompetencia mostrada por Sheinbaum, la combinación para el desastre está puesta para una nueva tragedia.


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