Fiesta, reventón y cruda

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De Venezuela nos llegan imágenes de largas filas de personas esperando ingresar a los establecimientos comerciales, con la esperanza de conseguir víveres y artículos de primera necesidad. Es el paraíso de la revolución bolivariana con escasez y racionamiento. Tres lustros le tomó al socialismo del siglo XXI destrozar la economía de aquella nación.

El derrumbe sobrevino pese a que durante mucho tiempo gozó de una cuantiosa renta petrolera favorecida por un prolongado periodo de altos precios del crudo. Todo se fue por el caño. Hoy ni los pajaritos parlantes que revolotean sobre Nicolás Maduro y le susurran ideas geniales para conducir a las masas logran orientarlo para revertir el desastre y convencerlo que su modelo ha fracasado rotundamente. La fiesta terminó.

Del antiguo Mediterráneo también arriban noticias de otra historia de ruina económica. Las negociaciones entre Grecia y los ministros de Finanzas europeos sobre la deuda de este país se colapsaron. El nuevo gobierno heleno —como el chavismo— surgió de una revuelta electoral contra los políticos y los partidos tradicionales. Tomó el poder una coalición formada por antineoliberales, euroescepticistas, globalifóbicos, anarquistas y toda suerte de movimientos de resistencia social contra el sistema económico y político. Su líder, Alexis Tsipras, rechazó la propuesta de sus socios y acreedores para extender el plan de rescate de la economía griega a fin de que permanezca en la zona del euro bajo las condiciones y exigencias de austeridad y ajuste impuestas por la troika: Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo.

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El ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis sostiene que no están dispuestos a que su país sea tratado como una colonia con medidas severas sobre una economía ya deprimida. Su contraparte y colega alemán Wolfang Schauble le replicó que Grecia había vivido por encima de sus posibilidades durante mucho tiempo y no había deseos de darle más dinero sin garantías. En otras palabras: entiendan que la fiesta ya se terminó; no estamos dispuestos a que nuestros contribuyentes sigan financiando su reventón.

Los casos venezolano y griego repiten lo que ha sucedido decenas de veces en otros países desde la antigüedad. Les pasa a las personas, a las familias y a las naciones; el PRI lo hace muy bien. Se gastan lo que no tienen o derrochan la fortuna y los bienes. Los buenos maestros de economía política citan una frase: “no hay almuerzo gratis”. Alguien lo pagará, hoy o mañana.

Es un ciclo fatal: las fiestas presupuestales que organizan los gobiernos para congraciarse con los electores y los reventones expansivos del gasto público siempre terminan en amargas crudas de ajustes y dolorosos e impopulares recortes. Cuando tales remedios se aplican por gobiernos que han perdido previamente su legitimidad y credibilidad por corrupción, autoritarismo, frivolidad o ineficacia y no hay alternativas de cambio de rumbo disponibles dentro del sistema, porque toda la clase política representa lo mismo, toca el turno de las fuerzas antisistémicas. Al grito de “que se vayan todos” y bajo el embrujo de líderes demagógicos que prometen volver a organizar la alegre pachanga se agrava la quiebra económica, que termina en los racionamientos de alimentos , persecuciones y guillotinas.

El jolgorio mexicano ya terminó. La fuente petrolera cerró sus grifos y así permanecerán por algún tiempo. El ajuste presupuestal decretado es prudente y preventivo de males mayores pero es una medida insuficiente. Aunque ganara las elecciones, el gobierno tendrá que salir a dar la cara y anunciar al respetable que ya no tenemos para continuar con esta desigual fiesta en la que unos pocos se divierten y la mayoría se aburre o la sufre. El público no tiene alicientes para tolerar nuevos impuestos para que todo siga igual. ¿Podrán este gobierno y el sistema con tal cruda?


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