Extravíos de la izquierda

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América Latina, nuestra realidad próxima, nos permite recoger muchas lecciones: el fracaso del populismo de los Kirchner en Argentina, el éxito y la madurez de Chile para fortalecer su democracia y su economía social de mercado.

El marxismo es actual mientras no sea actuado
Virgilio Fagone

Cada vez estoy más convencido: una de las muchas novedades del siglo XXI es el desprestigio de las ideologías. Izquierda y derecha han dejado de ser términos referentes. En otras palabras, ha quedado vacía la rivalidad, debido a los consensos del estrecho sendero por donde los gobiernos tienen que transitar, no hay mucho para dónde hacerse. Con la globalización, como muchos autores señalan, ha surgido el desafío de gobernar el vacío.

Sin embargo, en nuestro país hay quienes todavía siguen atrapados por varios de los principios que la izquierda manejó durante muchos años, derivados, principalmente, del marxismo y ya desechados por la realidad. Menciono algunos:

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En un espléndido ensayo sobre la educación, complemento de su libro La catástrofe silenciosa, Gilberto Guevara Niebla, uno de los líderes más respetables del 68, escribe: “Hay una genealogía semántica del marxismo que ha hecho enorme daño en las filas de la izquierda: la violencia es partera de la historia”. Latinoamérica ha sido el laboratorio de los muchos e infructuosos resultados de movimientos violentos que han acudido a la violencia para impulsar mejoras y progresos.

Un segundo aspecto es el desprecio de Marx hacia el derecho, por considerarlo parte de la superestructura y negándole toda posibilidad para instrumentar cambios. En una frase muy concreta, el autor de El Capital decía: “El espíritu de las leyes es la propiedad”. En otras palabras, es imposible utilizar la ley para realizar cambios pues el Estado es, inevitablemente, el Estado de la burguesía y, por lo tanto, el derecho estaba para proteger sus privilegios.

Derivado, también, del ilustre filósofo, la izquierda mexicana sigue arrastrando la idea de que el empresario es el explotador del trabajo ajeno. Por eso a los partidos que se ostentan como revolucionarios no les resulta fácil establecer buenas relaciones con quienes generan empleos. No consideran las dificultades de obtener una plusvalía en una empresa y menosprecian a quienes arriesgan capital y ponen toda su capacidad en promover negocios económicamente productivos.

Otro factor que viene arrastrándose, es cierto desprecio por la ética. Para Marx la moral es impotencia en acción. De ahí derivaba, también, cierto desprecio por los derechos humanos, un tema de la mayor relevancia en los tiempos actuales.

Todos estos elementos no sólo han extraviado a los partidos autodefinidos como de izquierda, también han contaminado el debate para definir políticas públicas y para mejorar la gobernabilidad.

Rumbo al 2018 deberá darse un debate de la mayor seriedad para que México de nuevo encuentre el rumbo. El sentido común nos debe llevar a lo que fehacientemente ha demostrado funcionar y, desde luego, modificar lo que sobradamente ha demostrado ser un fracaso.

América Latina, nuestra realidad próxima, nos permite recoger muchas lecciones: el fracaso del populismo de los Kirchner en Argentina, el éxito y la madurez de Chile para fortalecer su democracia y su economía social de mercado, no permitir la impunidad en el caso de Brasil (Dilma Rousseff jamás pudo probar que no había manipulado las finanzas públicas para fines electorales, una de las principales causas de su crisis económica actual), la concentración del poder en Venezuela que ha llevado a una profunda crisis o la continuidad en Perú (con todo y la alternancia de partidos) de políticas económicas exitosas.

Todo esto deberá estar en la agenda de los próximos meses. Cotejar nuestra historia y los acontecimientos actuales debe constituir la principal preocupación de todos para adoptar las mejores decisiones hacia el futuro.


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