El valor del diálogo

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El Papa Francisco ha llegado a Cuba con un llamado renovado al diálogo y a la participación de todos en favor del bien ser y bien estar del pueblo.

La visita del Papa Francisco a Cuba debe ser vista no sólo como un acontecimiento extraordinario, sino como parte de un largo y cuidadoso proceso de diálogo en busca de coincidencias para lograr la paz, la justicia y el respeto de los derechos humanos en un régimen político totalitario y represor que tras 56 años de revolución, transita hacia la apertura y la transformación democrática.

La reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos es uno de los frutos visibles del diálogo respetuoso y franco entre dos países con más de cinco décadas de enfrentamientos y con cuotas muy altas de sufrimiento humano a consecuencia de la negación de los derechos humanos, la represión y de medidas aislacionistas como el bloqueo económico. No hay duda de que en la agenda internacional a favor de la paz y la cooperación, este reencuentro tiene un enorme significado al cual ha contribuido, como se ha reconocido por las partes, la diplomacia vaticana y la voluntad y cercanía del Papa con estas dos naciones.

El esperado cambio de régimen en Cuba y las tensiones producidas por la negación sistemática de las libertades y la violación a los derechos humanos, han generado, de tiempo en tiempo, diversas manifestaciones dentro y fuera de la Isla asícomo encendidos debates en los organismos internacionales. Lo cierto es que no ha sido fácil encontrar la ruta de salida para un pueblo que ha soportado por más de medio siglo un gobierno vertical y autoritario, controlado por una camarilla familiar «revolucionaria»; un sistema centralmente planificado y cerrado a la libertad de expresión, de creencias y de asociación; y los efectos asfixiantes e inaceptables en términos humanitarios de un bloqueo económico a su gobierno en detrimento de su población. Por cierto, un pueblo que luego de cuatro generaciones, está muy lejos de aquellos motivos y aspiraciones que dieron sustento a la revolución cubana.

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A la distancia, se puede valorar la acción permanente de muchos hombres y mujeres que a través de diversas iniciativas de diálogo – de conciliación, presión y denuncia- fueron logrando grandes transformaciones, verdaderas victorias culturales – aún desde las prisiones o el exilio, dentro y fuera de la isla – que han ayudado a mantener viva la esperanza de libertad y justicia. Uno de ellos, no siempre comprendido, es el Cardenal Jaime Ortega y Alamino, líder espiritual y moral reconocido por un pueblo donde la dimensión religiosa fue negada por el sistema y las distintas expresiones de fe son dominadas por el sincretismo y la santería.

Habría que preguntarnos de dónde viene la fuerza y la autoridad del cardenal Ortega y Alamino. En gran parte de su fe en Dios y en el hombre, una fe en la humanidad probada en el tiempo y en condiciones de adversidad a lo largo de más de cincuenta años de sacerdocio, treinta y cinco años de obispo y veinte años con la dignidad cardenalicia. Una fe viva, congruente y muy cercana a los problemas y dolores del pueblo cubano. Una fe que lo ha llevado a proponer, una y otra vez, el diálogo como el único camino para lograr la armonía y la cooperación entre los cubanos y entre los pueblos; el diálogo como el medio fundamental para alcanzar la reconciliación y la paz.

Él mismo, al dar a conocer algunos de los preparativos para cada una de las tres visitas papales que le ha tocado presidir, se ha esmerado en resaltar diversos encuentros dedicados a fortalecer la conciencia y la preparación para el diálogo como atributo humano y democrático. Hoy el tiempo le ha dado la razón, su figura se agiganta frente a sus detractores -no pocos activistas- que le recriminaron su proclividad al diálogo, señalada como claudicación o traición.

El Papa Francisco ha llegado a Cuba con un llamado renovado al diálogo y a la participación de todos en favor del bien ser y bien estar del pueblo cubano. Tan pronto saludó a las autoridades, ha urgido a los políticos a desarrollar todas sus potencialidades para ponerlas al servicio de la paz, la justicia y el respeto a los derechos humanos. En el encuentro con los jóvenes, ha cambiado su discurso ante las expresiones de un joven al que llamó compañero para insistir en la capacidad de soñar y de abrirse al diálogo y la participación de los jóvenes y para poner todas sus capacidades al servicio de los demás, más alláde las ideologías, para lograr los cambios que la sociedad cubana necesita.

En los próximos días veremos al Papa Francisco y al Presidente Raúl Castro en la Asamblea General de Naciones Unidas, luego del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, expresar el reconocimiento a este paso histórico en las relaciones internacionales, que es un principio de solución, acaso un primer paso para aliviar la precaria situación del pueblo cubano, pero un paso en la dirección correcta y una bocanada de oxígeno en la agenda para la distensión y la cooperación en la región. También quedaráclaro que el diálogo, basado en la búsqueda sincera del mayor bien posible y en el respeto entre las partes, es la gran elección para lograr la solución a los grandes problemas de la humanidad.

 

 

 

Ante los grandes conflictos y fenómenos que amenazan la armonía internacional y como desaprobación a los promotores de la vía violenta o rupturista, debe quedar clara la lección de eficacia del diálogo como el único camino para alcanzar la reconciliación y la paz.


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