El torcido programa de Trump

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Esta semana se cumplió por fin la amenaza. Tal como se había anunciado, consistió en un mar de diversas de tarifas que ya se aplican a todos los países del mundo. Sólo quedaron exceptuados México y Canadá, gracias a que estamos refugiados en el T-MEC, aún en vigor.

Lejos de proponer un programa claro, la decisión de Trump sólo se aplica a los más importantes productores y exportadores del mundo como son China, India y la Unión Europea. Rusia no está mencionada, por sus pocas exportaciones. No hay explicaciones mayores que las que ya Trump había anunciado como medidas diseñadas para castigar a los que promueven el tráfico de drogas. 

El propósito del presidente Donald Trump es dejar establecida la hegemonía económica y política de su país. China, que es al que más severamente le han aplicado las tarifas de Trump, con 54%, recibe la medida más que un mero reto, como un golpe contundente a sus perspectivas de exportación, dentro de las cuales el mercado estadunidense figura en forma prominente.

No hay duda. La medida de Trump de mayores impuestos tiene por finalidad dejar firme la posición de Estados Unidos como nunca antes se había hecho. El grueso de los países sufrirá efectos profundos en sus perspectivas de comercio exterior, en la medida que muchos de ellos dependen del comportamiento de su sector externo para realizar su desarrollo.

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La decisión de Trump daña, en primer lugar, al consumidor de EU. Esto es más devastador que los efectos en su momento de la depresión de 1929, porque hoy en día las consecuencias son más profundas. 

No todo el gabinete de Trump está de acuerdo con la decisión del presidente, pero la profunda división que existe entre los dos partidos, el Republicano y el Demócrata, explica que ninguno de los dos sea capaz de oponerse e impedir la puesta en marcha de este programa.

Trump es el único responsable de esta puesta en acción. La estrategia de dominar el escenario mundial equivale a apropiarse del mercado estadunidense, hasta ahora surtido por diversos productores de todo el mundo. En este proceso México y Canadá han resultado ser los principales beneficiarios, quedando sin posibilidad competitiva los productos de otros países. Lo que explica la identificación de nuestros intereses con los de EU.

No es posible imaginar que los países afectados dejen de reaccionar. La primera acción instintiva será la de un proteccionismo exacerbado por parte de todos los países afectados. Las consecuencias previsibles son: en primer lugar,  la reacción proteccionista de los países que requieren que sus mercados nacionales absorban los productos que la nueva política de Trump impone.

En segundo lugar, será necesaria una recomposición de alianzas entre países que así reaccionarán para consolidar la suma de sus mercados regionales, como se observa en la alianza de última hora entre China, Corea del Sur y Japón.

En tercer lugar, la reacción que ya se está escuchando en México la de fortalecer la economía nacional propia en cuanto a su capacidad de absorber la mano de obra desplazada por la caída de las exportaciones. Al respecto, un líder empresarial ha dicho que esto es un resultado benéfico para fortalecer el nacionalismo. Es de esperarse la reacción de los consumidores norteamericanos que verán los productos que se venían importando, ahora encarecidos por los aranceles y automáticamente vendrán a nuestro país para adquirirlos a precios más bajos.

Todas las consecuencias previsibles se darán en distintas frecuencias conforme el grado de que un país esté afectado. A México le cabe la satisfacción de haber sido exentado por Estados Unidos, lo cual lejos de significar el fortalecimiento de la soberanía nacional, esto tiene como resultado neto la identificación definitiva de nuestra economía a la estadunidense. En esto consiste el éxito del lema America First.

La reacción que pueda provocarse en los países latinoamericanos recrudecerá su nacionalismo, que fue obstáculo para la realización de la ALALC. América Latina, lejos de encontrar una reacción unificada, continuará siendo escenario de lamentables rivalidades y divisiones. La unión latinoamericana podrá ser cultural, pero nunca será ni económica ni, mucho menos, política.


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