El reto del PAN

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Tomas tu vida en tus manos y ¿qué pasa?
Una cosa terrible: no hay a quién culpar.
Erica Jong

Hay que esmerarse en no perder nuestra capacidad de asombro, no resignarnos a ver lo que sucede como algo normal o con el repetido estribillo del porfirismo: “En México no pasa nada y cuando pasa, no pasa nada”. Lo normal es lo que corresponde a la norma y por lo tanto, lo más frecuente. En nuestro caso no es así; por ello, nuestro deber es denunciar lo que desde nuestra perspectiva está mal.

Felipe Calderón, al asumir el poder y olvidando principios y tradiciones panistas, acosó de tal forma a Manuel Espino, que lo hizo renunciar antes de terminar su periodo como dirigente. Se dio entonces el primer caso de presidente de “dedazo” en el PAN con Germán Martínez Cázares (experto en “egocracia”), quien tuvo el valor de renunciar ante su fracaso en las elecciones de 2009. El presidente Calderón, para que no hubiera duda, impuso a su exsecretario particular, César Nava, quien siguió hundiendo al partido.

Al renovarse la dirigencia en 2010, se anotaron varios contendientes. Nunca me he explicado por qué Calderón no apoyó a Francisco Ramírez Acuña, su más entusiasta y relevante seguidor. Panista de toda la vida, exgobernador de Jalisco, exsecretario de Gobernación y diputado federal de mayoría entonces. El apoyo del Presidente, en un tercer intento por imponer a una gente suya, fue para Roberto Gil Zuarth, quien al ser derrotado es cobijado por la Presidencia de la República.

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En esa coyuntura, el panismo reacciona y elige a Gustavo Madero, cuya figura, evocadora de su tío bisabuelo, inspiraba confianza. Su desempeño fue un verdadero desastre; en ningún rubro se pueden presumir de avances. Lo más grave fue el enorme deterioro de la autoridad moral, al verse involucrado en sonados casos de corrupción. El maestro Juan de Dios Castro lo señaló como el peor presidente de la historia del PAN. Es un buen candidato para la prometedora Comisión Anticorrupción.

Nunca he visto en mi vida política una actitud tan egoísta, mezquina e irresponsable como la de Madero para integrar el actual grupo panista de diputados federales. Ni remotamente, sobre todo en el caso de plurinominales, se hizo un ejercicio de buscar los mejores perfiles, como era la tradición panista. El criterio fue evidente: evitar que entrara quien pudiera hacerle sombra en su afán de ser el coordinador del grupo. El tinglado se le derrumbó y vino una reacción que el Tartufo de Molière hubiera tenido más escrúpulos en desempeñar. Se desgarró las vestiduras y empezó a tirar patadas, degradando más su ya desprestigiado liderazgo.

Se dice que hoy el PAN está en crisis, pero todo indica que estamos mejor que en el 2000. El PAN tiene un principio: la preeminencia del interés nacional y precisamente, en la observancia de ese principio, debe preservarse como la mejor opción ante su ventaja comparativa: el único partido en el escenario político con doctrina e identidad. Debe acreditar ante la opinión pública que merece una segunda oportunidad.

Hay amenazas en el horizonte. La pareja Calderón-Zavala (los militantes más beneficiados) habla de una candidatura independiente que dividiría al partido y Rafael Moreno Valle se apresta para imponer su candidatura. El PAN debe reafirmar su origen en la vinculación de la política con la ética y preservar su unidad en torno a sus principios y doctrina. El reto no es menor. Se han alcanzado logros, el último con la elección del pasado domingo al concluir un liderazgo pervertido en el Estado de México. Vigorizar la congruencia todos los días constituye el mínimo deber ético que lo autorice en su retorno a la Presidencia de la República.


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