El renacer democrático

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Los bolivianos están por marcar la ruta del cambio democrático. Las encuestas de salida y los resultados preliminares del Tribunal Supremo Electoral son consistentes en prever la victoria del “no” a posibilitar un cuarto periodo presidencial de Evo Morales.

Así, Bolivia renueva su vocación democrática en lo interno, mientras posibilita una mayor integración regional al poder dejar atrás las fórmulas intolerantes que caracterizaron a los gobiernos integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (mejor conocido como el ALBA).

La popularidad de Evo Morales al interior de su país es difícil de cuestionar. El presidente boliviano ha sido uno de los pocos mandatarios electos en esa nación con relevantes porcentajes de votación. Al 54% de los votos obtenidos en 2005, le siguieron dos jornadas electorales donde consiguió cuando menos el 60% de los sufragios en los años 2009 y 2014. Ha sido un presidente exitoso en hacer visible la exclusión de las comunidades indígenas y las zonas en pobreza, así como en incorporar a mayores segmentos sociales a la toma de decisiones de gobierno y legislativas, así como a la definición de políticas públicas.

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Sin embargo, los regímenes democráticos no se basan en la popularidad de las personas sino en el fortalecimiento de las instituciones. Los fundamentos del desarrollo y la estabilidad social están lejos de ser producto del carisma político del mandatario, se encuentran fundamentados en la agenda de soluciones a los retos nacionales que éstas resuelven de manera sostenible en el tiempo, conforme a un sistema de contrapesos entre poderes y de renovación de cuadros. De mantenerse las tendencias en los resultados del referéndum, los bolivianos le han cerrado la puerta al presidente carismático y apuestan, para bien, por las capacidades institucionales de su país. La decisión electoral debe celebrarse. La ciudadanía boliviana tiende a ponerle fin también, a una era de excesos que privilegia la nacionalización arbitraria de sectores estratégicos de la economía, como son empresas de hidrocarburos, telecomunicaciones y minería. Una fase nacional alineada con la receta equivocada de otras naciones latinoamericanas, donde el resultado de aplicar la misma política económica ha generado desabasto de los bienes más esenciales e incertidumbre a la inversión generadora de empleo. Apegada a un bloque regional cuyo único objetivo real ha sido el asegurar la dominación de un sólo grupo político al interior de cada país aliado, durante varios periodos constitucionales. 

Bolivia ha dicho ya basta a la reelección infinita, como también lo han hecho sus viejos aliados en Argentina y próximamente habrán de hacerlo Venezuela y Ecuador. Fórmulas de izquierda trasnochada que no representan ventanas de solución a los retos de las sociedades que gobiernan, además de entorpecer una mayor integración regional como producto del autoritarismo e intolerancia con los que se conducen.

Ante la eminente derrota, Evo Morales salió a culpar a las redes sociales. Desde su concepción, fuente de mentiras y de pérdida de valores en las nuevas generaciones, así como promotoras de la confrontación social. Sin embargo, el mandatario se equivoca. Simplemente no hay democracia real que aguante a un mismo mandatario por dos décadas, como Evo pretendía hacerlo en caso de haber conseguido el “sí” es este referéndum.


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