El Presidente sí tiene amigos

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Fue en la reunión de los llamados 300 líderes de México 2012, un 11 de septiembre, en dos días serán exactos tres años de aquella declaración: Un presidente no tiene amigos; está comprometido con un único interés: el avance de la República. Eran las épocas del interés general por lo que venía, la promesa del nuevo PRI en la persona que prometía la modernidad. Era la época, esos días y los meses que le siguieron, del Pacto por México, del viraje del país, de la construcción de la soberbia, de las grandes frases: «Ha regresado el Estado mexicano», decía en tono de advertencia el petimetre que quedó ahora de titular en educación.

Tres años después esto es la desazón. Todo quedó en una palabrería hueca. Fue un engaño. Todo lo hicieron como acostumbra ese partido en los estados: con dinero. Compraron a la oposición liderada entonces por unos atarantados urgidos de personalidad y reflector. Intentaron comprar los conflictos, repartieron dinero como forma de negociación política y, fieles a su costumbre, la obra pública fue para los amigos, los compadres: los suyos, su grupo. El escándalo se convirtió en la normalidad del país y el cinismo en la respuesta oficial.

Resultó que el Presidente sí tiene amigos y, como comenté aquí el lunes, son muchos y trabajan para él (su equipo se encarga de mostrarlos, presumirlos, embarrarlos, restregarlos en la cara de todos). Es claro que no les interesa el avance de la República, sino el propio y el de sus familias. Los amigos son para los puestos. Pocos se sienten tan firmes como quienes gozan de la amistad del Presidente: la SCT, la Semarnat, hasta el deporte le dieron al amigo.

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Tres años después de aquella frase, el Presidente se tiene que disculpar reiteradamente sin que ya nadie le crea. Es una disculpa que a los primeros que parece no importarles es a sus subordinados. Es tal el desgaste que el Presidente recurrió a una figura externa para que se pudiera hablar de lo que dijo en su Informe. Hablar de López Obrador, que es el significado mexicano de populismo, no tenía ningún otro sentido que hablar de las próximas elecciones, de Andrés Manuel o de lo que sea, pero no de este gobierno, o de lo que dice el Presidente sobre sus calcetines o su relación matrimonial o sus bienes inmuebles, porque esos son los temas que destacan los medios de sus entrevistas. Cambiar el tema, hablar de quién puede encabezar el próximo gobierno, para lo que faltan tres años, es la estrategia principal del gobierno en estos días. Porque cada día que pasa, la cosa se pone peor. Mejor hablar de un futuro hipotético.

Tres años después, tenemos menos Presidente y más amigos. Tres años después, el Presidente ya no fue a la comida de los líderes.


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