Nuestras dirigencias recientes han pecado de soberbia. Si pregonamos el humanismo político es porque éste se inicia en el trato al prójimo.
Hay momentos en la vida que nos dicen para siempre quiénes somos.
Jorge Luis Borges
No tiene caso ya referirse al pésimo desempeño de Gustavo Madero. Él mismo nos ha ofrecido una evidencia más de su desprecio por el PAN, su mediocridad en la dirigencia y su interés personalísimo por escalar posiciones políticas a cualquier precio. Lo importante hoy es dilucidar qué hacer en el partido.
Ricardo Anaya tiene juventud y talento. Hereda una dirigencia cercada y disminuida por órganos colegiados manipulables y una militancia con sentimientos de malestar y reclamo. Como militante y por mi experiencia panista me atrevo a sugerirle algunas acciones:
1. Quienes despuntan demasiado jóvenes deben saber administrar su capital político. Anaya es elocuente y preparado. Le hace falta acreditar, con acciones y conductas, su congruencia. Un presidente del PAN debe posicionarse con autoestima y respeto a sí mismo. Tendrá que enviar señales claras de su disposición a tomar decisiones para proteger al partido. Un político debe tener vergüenza en el sentido que Sartre le da a este término: “La vergüenza y el orgullo me revela la mirada del prójimo y a mí mismo en el extremo de esa mirada”. Anaya debe acreditar su liderazgo ante la membresía, transmitiendo la convicción de ser el líder idóneo para este tramo que definirá al partido.
2. El PAN está escindido, negarlo es ignorar lo que la realidad denuncia. Conciliar a las distintas corrientes internas significa caminar sobre el filo de la navaja. Se requiere de una enorme dosis de sensibilidad política y calidad humana para rescatar la vieja “camaradería castrense”.
3. Luis Felipe Bravo Mena habla —y coincido con él— de que hay una cultura, una serie de atributos que identifican a quienes militamos en el PAN. Como sólo repara en cualidades y virtudes, yo agregaría algunos defectos: somos tibios en el actuar, pensamos en lo que podemos perder y no vivimos de la política. En contraste con sus orígenes, el partido necesita una inyección de coraje y generosidad. No basta uno sin la otra, se complementan. Hoy se requiere de ambos para superar el sentimiento de derrota.
4. Se habla de compromisos ya adquiridos para la postulación de candidatos, lo cual dañaría seriamente al partido, pues en algunos casos se trata de personajes cuya reputación es dudosa. No nos deben orientar sólo las posibilidades de triunfo, sino la calidad en el desempeño del cargo público. Hay que recoger experiencias perjudiciales pasadas y no dejarnos deslumbrar por el éxito electoral.
5. Los principios sirven, la doctrina es útil, las tesis del PAN han prevalecido en las decisiones del gobierno. Para seguir consolidando esta victoria cultural es menester rescatar lo que dicen nuestros documentos fundamentales, tan olvidados en fechas recientes.
6. Hay una brecha profunda entre las estructuras estatales y los órganos centrales del partido. Para cerrarla se requiere una campaña intensa de acercamiento humano, vital, de verdadera convivencia, no de simple formato.
7. Tal vez lo más importante sea acreditar la honestidad del panismo. Esto exige incoar procedimientos a través de los órganos correspondientes que le den continuidad a las investigaciones suspendidas.
8. En su último libro, don Luis H. Álvarez nos habla de júbilo y esperanza, de mística e idealismo, de perseverancia en los principios fundamentales y de la política vinculada a la ética. Esto hay que transmitirlo al panismo porque es lo que nos explica su prolongada vida. En muchos de sus 75 años, no hubo triunfos electorales. Su permanencia se explica por la firmeza de sus convicciones.
9. Nuestras dirigencias recientes han pecado de soberbia. Si pregonamos el humanismo político es porque éste se inicia en el trato al prójimo. Seamos veraces y confiables.
10. Todo esto exige voluntad política y capacidad operativa. Anaya puede empeñarse en ello.
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