El país de las leyes inútiles

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Había una vez un buen país donde reinaba la calma y la paz. Sus habitantes actuaban conforme a sus propios principios morales respetando siempre el espacio de los otros y la opinión de los demás. Hacía muchos años ya que no tenían que recurrir al trueque porque le habían concedido al dinero un valor de trabajo real y las labores de campo, servicios, profesiones y oficios, eran bien remunerados.

Existía sólo un único Tribunal que juzgaba a quienes osaban ir más allá de la línea que protege a la vida y cometían asesinato, que iban más allá de la línea que protege a la propiedad y cometían robo y que iban más allá del respeto a la libertad y trataban de imponer esclavitud.

Era un Tribunal compuesto de forma plural con ancianos, jóvenes y adultos.  Compuesto por mujeres y hombres por igual. Pero la característica más significativa, era que cada año, el Tribunal siempre debía renovarse en su totalidad. Aunado a lo anterior, sus integrantes recibían a cambio un sueldo equitativo y justo.

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Un día, llegó al buen país un barco proveniente de lejos y solicitando asilo, dado que el lugar que antes había sido su hogar, se encontraba en ruinas morales y económicas. Los habitantes del buen país decidieron acoger a los visitantes y durante algunos meses las cosas marcharon bien.

Pero una mañana, uno de los tripulantes de aquel barco habló en la plaza principal, diciendo que en aquel otro país, él había redactado las más preciosas y perfectas leyes de convivencia humana y que inspirado en  grandes sabios que le precedieron, había redactado un compendio general de 100 leyes para que todos encontraran progreso y solidaridad.

Los habitantes del país argumentaron que no era necesario redactar un compendio con 100 leyes, puesto que ellos ya respetaban la vida, la propiedad y la libertad. Pero el tripulante del barco no cedió tan fácilmente y propuso que de forma libre y democrática se realizara una asamblea donde los habitantes sólo tendrían que levantar la mano si estaban de acuerdo o no.

Tras unos breves minutos de cuchicheos y murmullos la colectividad se dijo de acuerdo, nada se perdía con escuchar al hombre.

Entonces el orador preguntó:

-¿Quieren vivir en un país más bello?

La pregunta era retórica y los habitantes del país levantaron la mano.

-¿Quieren vivir en un país más próspero?

Nuevamente levantaron la mano.

-¿Quieren vivir en un país moderno?

Eso sonaba bien, así que de nuevo levantaron la mano, además el orador hablaba con mucha seguridad y parecía un hombre honorable.

-¿Están dispuestos a concederme la oportunidad de llevar a este buen país a una mejor época de cambios y avances?

Los buenos habitantes estaban prendados de él,  algunos rompieron en aplausos y así terminó la primera asamblea; depositando la confianza en el primer representante extranjero que prometía grandes cambios y progresos.

Durante cien días, se redactaron cien leyes  y una vez redactadas se promulgaron en la plaza principal en un gran cartel. Los habitantes del buen país se acercaron a leer pero sólo pudieron ver las diez primeras leyes porque la letra era cada vez más pequeña y era imposible leer el contenido de todo el escrito. Las primeras diez leyes decían así:

1.- Por el voto popular concedido en la primera asamblea al orador en turno, se le concede de forma implícita la Presidencia del único Tribunal capaz de juzgar los delitos de este país.

2.- Para cumplir a cabalidad con la alta responsabilidad que el pueblo le ha otorgado deberá sustituir a los integrantes actuales del Tribunal y designar aquellos colaboradores que considere necesarios.

3.-Para cumplir a cabalidad con la alta responsabilidad que el pueblo les ha concedido, los cargos del Tribunal durarán seis años con opción a reelegirse para poder darle a este buen país los expertos funcionarios que merece.

4.- Por la desgastante labor que como integrantes del Tribunal realizan, deberán percibir un sueldo mayor.

5.- Para poder pagar los sueldos de los representantes populares los habitantes del buen país deberán pagar más impuestos, multas y recargos.

6.- Pagarán impuestos mayores aquellos que para trabajar o realizar sus actividades diarias deban moverse en algún tipo de vehículo o animal. Aquellos que decidan caminar, pagarán también impuestos por el daño que le causan al suelo y a la hierba.

7.- Si algún buen habitante profesa algún tipo de fe y decide reunirse con otros que compartan su creencia, deberá pagar derecho de religión y en caso de haya buenos habitantes que sean ateos pagarán igualmente impuestos pues debemos ser parejos en la aplicación de la Ley.

8.- Las mujeres deberán pagar doble impuesto al quedar embarazadas, toda vez que en ellas se forma un nuevo individuo que en su momento consumirá los recursos del buen país por lo que deberá aportar su contribución a las arcas nacionales.

9.- Si algún habitante del buen país decide iniciar un nuevo negocio, dedicarse a otra actividad u obtener ingresos por un segundo trabajo  deberá pagar impuestos.

10.- En caso de que algún buen  habitante no alcance a leer la totalidad de estas leyes, no podrá quedar exento de su cumplimiento.

Y efectivamente, el resto de las leyes de aquel compendio no podían ser leídas, por lo que los integrantes del Tribunal podían cobrar multas en cualquier momento del día y por las razones más idiotas.

Los habitantes del buen país comenzaron a quejarse en las oficinas del Tribunal, pero tenían que realizar engorrosos trámites para poder reclamar y entre el trajín de una dependencia a otra los agotaba y los hacía desistir.

También comenzaron a reunirse para quejarse pero debían pagar multas por asociarse sin consentimiento del Tribunal. El dinero que ganaban honradamente servía sólo para seguir pagando sueldos y multas. Así pasaban los pobres días de los habitantes de aquel buen país.

Pero hace pocos días, el mundo tuvo noticias de los habitantes del buen país. Decidieron organizarse para la próximas elecciones donde los integrantes del Tribunal planean reelegirse, lo que esos funcionarios no saben, es que los integrantes del buen país al costo que sea, no lo van a permitir.

Febrero 2016, en otro lejano país.


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