El machismo en la cátedra universitaria

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Por: Marcos Pérez Esquer

Los frecuentes comentarios que hace el presidente Andrés Manuel López Obrador en torno a la situación de las mujeres en México no dejan de sorprender.

Sorprenden por su falta de conocimiento y de sensibilidad para con ellas que viven en un país y en una época en la que sufren diversas formas de violencia, discriminación y desigualdad.

Un presidente que en general se había venido distinguiendo precisamente por “conectar” muy bien con el pueblo, se “desconecta” totalmente cuando se trata de los problemas de las mujeres.

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El presidente minimiza el problema acusando intereses ocultos de sus adversarios como los promotores del movimiento y que manipulan a las mujeres (de suyo esto ya es una falta de respeto terrible para ellas), pero en general, resta importancia a todo lo que ellas señalan. Si se le informa que las llamadas telefónicas de auxilio por violencia doméstica incrementaron, él responde que la mayoría “son llamadas falsas”; si se le reclama que uno de sus reporteros paleros de las mañaneras, el denominado “pirata”, ha agredido a las reporteras de la fuente, él les pide “que se reconcilien”; si se le cuestiona su apoyo a un aspirante a gobernador acusado de seis violaciones sexuales, él contesta que habría que esperar a “que el pueblo decida en las urnas”.

En definitiva no entiende nada. El movimiento feminista lo trasciende, lo supera, y también lo desespera y lo saca de quicio.

Uno podría pensar que su falta de entendimiento y de empatía para con el movimiento por los derechos de las mujeres es un asunto generacional, que por su edad un asunto así ya no cabe en su formación, pero recientemente hemos podido ver que la postura intransigente del presidente para con ellas, no le es exclusiva ni mucho menos; hay una gran cantidad de personas que siguen restando importancia al problema de la desigualdad entre mujeres y hombres, y que además, se molestan cuando ellas reclaman la vigencia de sus derechos, condiciones de igualdad y acceso a una vida libre de violencia; las culpan de lo que les pasa, reproducen los patrones de violencia, y las revictimizan.

Ejemplos de este tipo de necias y rancias actitudes las hemos encontrado incluso entre profesores universitarios en el contexto de sus clases, y esto es especialmente grave porque se trata de personas que -como el presidente-, pueden incidir poderosamente en el criterio y en la formación de la juventud, lo que puede llevar a que el cambio social que urge para respetar los derechos de las mujeres se retrase por lustros o décadas.

Uno de esos profesores estaba molesto porque el pasado 9 de marzo, en el contexto del Paro Nacional de Mujeres, algunas alumnas le había “pedido permiso” para faltar a su clase. Lo primero que habría que decir es que en realidad las mujeres no necesitan “permiso” de los hombres para manifestarse, ¡nomás eso faltaba!, pero lo peor es la reacción del “maestro”. Despotrica contra ellas quejándose de su actitud y cuestionando “¿cuándo es el día de los hombres, cuándo tienen ustedes (alumnos varones) derecho a faltar sin que se les ponga falta? ¿dónde está la equidad de eso?” Un alumno le dice que el día del hombre es el 19 de noviembre, y el profesor contesta con otra pregunta: “¿y nos van a dar chance ese día de faltar, ir a echar desmadre, y vomitar y ponernos briagos? ¿por qué ellas pueden faltar? A mí me parece esto discriminatorio, nos están viendo como gatos de bajo pelaje”.

Por el estilo estuvo uno de la Universidad de Sonora, que con el mismo motivo espetó: “viejas huevonas… nomás andan inventando fregaderas pa´no trabajar… en lugar de estar haciendo tortillas en la hornilla, lavando trastes, haciendo comida, barriendo, trapeando, etc.”

Y peor aún resultó uno de la UNAM, que dijo: “Si mueren es por algo, no es porque digan vamos a matar a 10 mujeres ahorita… el que anda mal, termina mal. Yo agarro una brigadita secreta y agarro dos tres mujeres y me las llevo, las detengo y ahí las cuestiono. No le hace que al rato esté en el bote, pero te voy a torturar para que me digas quién te paga, quién te manda y cuál es tu objetivo”.

No es sorpresa encontrarse de vez en cuando con algún troglodita de esta estirpe, pero sí llama mucho la atención que esto ocurra en la cátedra universitaria, que debería distinguirse justo por lo contrario, por promover los derechos, la tolerancia, la igualdad, el respeto. Algo estamos haciendo muy mal, y creo que el discurso de odio que estimula el presidente podría estar exacerbando la discordia, algo análogo a lo que pasó con Trump y su discurso de odio contra las minorías.

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