Hay muchas discusiones sobre la certeza que pueden dar las encuestas políticas, en especial las electorales. Cuando se ven los resultados publicados de encuestas realizadas por diferentes empresas especializadas (o que supuestamente lo son) las diferencias son más que notables en la mayoría de los casos entre ellas.
Se supone y hay mucho de cierto que gran parte de los resultados publicados son favorables a quien pagó el ejercicio, falsos por tanto. También que tienen fallas y hasta muy graves en su metodología. Y los resultados tras las elecciones dan pocas veces los mismos que reflejaban las publicadas como encuestas. Y las razones son muchas, en general conocidas, pero hay otras que son su lado oculto, que incluye varias cosas.
Ese lado oculto se refiere principalmente a hechos reales del proceso de entrevistas que no se publica. Lo que se presenta al público son los números o porcentajes de votación que tiene cada candidato o cada partido y sus coaliciones, y a veces incluyendo los indecisos. Pero lo que no publican son los casos en los cuales las personas a quienes se les pretende entrevistar se niegan a responder, y eso también por varias razones. También quedan fuera de los resultados quienes aceptaron resolver parte del cuestionario de la entrevista y se negaron a continuar.
La mayoría de los presuntos entrevistados que se niegan a contestar o en plena entrevista se niegan a continuar lo hacen por temor, por miedo a que esas respuestas les significan algún problema o hasta daño. Y aunque se supone que los nombres y datos del entrevistado no se publican, ni se incluyen en informes reservados a quienes pagaron la encuesta, y hasta a autoridades, las personas temen y se cierran, desconfían. O hasta se niegan porque piensan que no vale la pena, que simplemente no les interesa el tema o hasta que pierden el tiempo, y además que las encuestas “no sirven para nada”.
Otra parte del lado oculto es el de las personas que en la entrevista mienten, también por temor y hasta por diversión de engañar al entrevistador. También se incluyen quienes no habiendo tomado una decisión de por quién votar, responden simplemente por dar una respuesta. Y cuando las entrevistas son en realidad llamadas telefónicas solicitando que se presionen números del teclado, la posibilidad de error o respuesta solamente por dar alguna, los resultados dejan de ser totalmente válidos.
Pero ese dato oculto de las personas que se negaron a responder una encuesta electoral es significativo, y no se toma en cuenta tanto por las empresas del ramo como por quienes hacen uso de los resultados publicados. Si se publicaran en un nuevo renglón de los cuadros o gráficas, además de lo antes señalados, nombres y a veces el de indecisos, el del número que se negó a responder, las proporciones publicadas de preferencias electorales reflejan una situación de relativa invalidez de los datos publicados, tal como lo es en realidad.
Mientras haya muchas personas que se nieguen a revelar sus preferencias, los resultados de las encuestas no revelarán una buena proporción de dichas preferencias. Y por eso no debería ser sorprendente que los resultados de una elección no sean compatibles con los que las encuestadoras publicaron inclusive en días ya muy cercanos al de la elección. El dato oculto se vuelve importante y revela lo que no se dijo cuando la gente fue entrevistada.
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